Revista Opinión

Neodemocracia

Publicado el 26 enero 2016 por Elturco @jl_montesinos

Publicado en ValenciaOberta.es

Va camino de convertirse en tradición, ya verán. Desde hace años la ONG Intermon Oxfam publica su habitual informe en el que pinta la desigualdad en el reparto de la riqueza con cuernos, rabo y capa roja y, consecuentemente, muchos reputados economistas lo ponen de vuelta y media sacando a relucir su sesgo, sus inexactitudes y sus errores más o menos intencionados. No me parece extraño, en cualquier caso, que alguien que consigue el casi el 40% de sus fondos ordeñando la teta estatal quiera que está siga siendo fecunda, abundante y riegue de millones sus arcas. La utilidad que se le dé al asunto la juzgan ustedes.

Publicar un informe sobre esa Desigualdad ya me parece de por sí algo absurdo. Me explico. Pueden darse un garbeo por la Wikipedia, donde les explicarán someramente que la Desigualdad de Ingresos se mide con el Coeficiente Gini. A poco duchos que sean encontrarán el listado de países y su mencionado coeficiente. Y verán como países como Afganistán, Kazajistán o Bielorrusia, de probada solvencia económica y ricos manantiales de leche y vino, están por encima de la media de la UE. Naveguen un poco en la lista y verán como la pobreza, eso sí, la pobreza no está relacionada necesariamente con la desigualdad. Prefiero la desigualdad española a la igualdad de Mali, así a bote pronto.

Luchar contra la pobreza tiene que ver poco con la desigualdad. Pero el mantra es acabar con la desigualdad. No me pregunten por qué. Acaso para hacernos a todos igual de pobres. Acaso por envidia cochina. Igualdad ante la ley, nunca por la ley.

Tergiversación se llama. Demagogia. Ejemplos de tergiversación abundan. Hay que garantizar la renta de las personas. Y piden un salario mínimo que no garantiza nada. Nada bueno, vaya. Más bien al contrario. Los países donde no se aplica tienen menos paro. A nulo salario mínimo, más renta. No olviden la emergencia social. Y los niños que parece que mueran en las calles. El cambio climático. El Pisuerga, que ya no pasa por Valladolid. Y así un montón de mensajes lacrimógenos. De medias verdades o falsedades enteras. Directos a la víscera. La envidia de Pepe Goebbles.

Mensajes sencillos siempre. Adaptados al cliente poco instruido. Plagados, eso sí, de palabras rimbombantes: el heteropatriarcado neoliberal, colonialista, imperialista e islamófobo, y mil cosas más, es el enemigo. Acababan antes diciendo “el enemigo es aquel que no piensa como yo” La tolerancia no es lo suyo. Pero hay que cuidar el mensaje. Y su forma. El mensaje se ha de preparar para el oyente menos ilustrado, según decía el nazi alemán. El maniqueísmo es precisamente la piedra angular sobre la que esto reposa. Hablemos de desigualdad. Que seas un vago no es culpa tuya, chaval. Nada es culpa tuya. Es culpa de los ricos. Que se hicieron ricos y tú no. De los de cuna y de los que se lo curraron y no quieren que se lo birles. Malos, ellos, y buenos, tú. Muerte al matiz.

Lo más curioso es ver hoy hundiéndose a PSOE y PP, que perpetraron aquellos los polvos, en forma de variopintas leyes de educación, y que vienen trayendo estos lodos. La generación más titulada de la historia es probablemente la menos preparada. Y la que está respondiendo con un más que previsible ánimo iracundo ante las llamadas de la estulticia y el eslogan. Las arenas movedizas que cavaron e impulsaron van camino de tragarse a sus instigadores. Los acríticos querubines salidos de los planes de estudio de la post transición ya tienen derecho al voto. Y están buscando flautista al que seguir.

Todo se puede adornar con bonitos colores y halo de organización no gubernamental. Ponle dos niños que cenan y una abuela que no. Cosas por el estilo. Espero – dudo que no lo hagan – que ningún espabilado me malinterprete. Hay mucha gente con problemas. Pero dudo mucho que Intermon Oxfam y las huestes de la izquierda más retrógrada y estatista sean capaces de resolverlos a base de estatismo, impuestos y robo a los legítimos creadores de riqueza. Los hechos me avalan.

De esta forma entretenidos nos tienen. Trileros despistando el cambalache. Las bambalinas enfangadas por tratos oscuros de reservado. En restaurante de lujo. Faltaría. Para eso no hay derecha ni izquierda. Los espectáculos no aptos para ignorantes. Los niños con las niñeras. Las bicicletas hasta la esquina. Las bandas de música. Y te dejo un diputado. O no. Ahora pacto. Ahora me retracto. A la greña andan por el grupo parlamentario unos cuantos. Veremos en que queda cuando esta columna vea la luz. Eso sí, si hay que corregir las urnas, se corrigen. Votamos. Y corrigen lo votado, ellos que son el pueblo. Hablan por el pueblo. Un señor de Murcia, muy españolista él, ve su voto apoyar la independencia. Y se revuelve en su asiento, preso de su propia falta de ojo crítico. Tribulando que él no votó tapándose la nariz para esto.

Llamémoslo Neodemocracia. Que no es más que otra palabra vacía. Neolengua. Mantener el sillón a toda costa. Y la pensión. Y corregir las decisiones que tomaron los ciudadanos. El mago te entretiene en La Sexta mientras la asistente hace el truco. Ahora me ves. Ahora te la he clavado. Decía una buena amiga que es momento de que algún partido defienda a los ciudadanos del poder. De toda esta inmundicia que el poder ha creado. Y me la imagino mirando a derecha e izquierda buscando esa aguerrida formación, que está enfrente. Eso sí, nunca olviden que para defenderse del poder del Estado, entre otras cosas, los americanos se inventaron la Segunda Enmienda. La de las pistolas. Por si acaso.


Neodemocracia

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