Se le conoce como cine neorrealista a aquel movimiento que apareció después de la Segunda Guerra Mundial con un propósito más allá del recreativo. Estas vanguardias del cine buscaron transformar, más que la manera de hacer cine, la manera de verlo. En las épocas del fascismo italiano, sólo eran permitidas las producciones que ilustraban una Italia perfecta, aquella que se quería crear en la mente de las masas: es decir, una Italia sin pobres, sin problemas, sin corrupción, mientras la realidad que se vivía era muy diferente. Estas producciones casi exclusivas de campaña dieron un giro, durante el periodo de la post-guerra, a un cine más poéticoque se centraba, no en la narrativa, sino en la emotividad de la historia, en un: ser emotivo, más que un ser épico.
Estos cines comenzaron mostrando la realidad de la vida de las personas después de la devastación del periodo de guerra: la pobreza, la muerte, la división social y la destrucción de la nación. Aún así, los seguidores de esta “escuela” (como la llamarían algunos) respetaban ciertos patrones que pretendían, como ya se ha dicho, romper con el modelo anterior. Autores como Soldati, Lizzani y Alessandrini creían en la necesidad de llevar esa voz al pueblo para que fuera escuchada, convirtiendo al cine de una secuencia estética a un discurso energético que buscaba, ante todo, una reacción en su espectador. Por tal motivo, se deja atrás el modelo de Hollywood de producción y se hace un foco muy amplio en el discurso; esto genera un poco la filosofía del sacrificio, casi descarado, de la pulcritud y la técnica, para alcanzar un mayor énfasis en la eficacia del mensaje transmitido; pues el cine neorrealista sólo puede entenderse bajo estos efectos de la relación directo-espectador.
Buscando estas intenciones, el cine neorrealista cambia muchos moldes tradicionales para la creación del cine: primeramente, buscaba darle un mayor peso al discurso del actor y lo que este representaba, así el personaje pasaba de ser un elemento aislado que acciona, a ser parte de su entorno y uno con su historia. También, esto creó una búsqueda de “la muerte del actor”; es decir, sustituir aquellos actores de renombre (de acuerdo al modelo de Hollywood) y dejar la interpretación en manos de aquellos que no la necesitaran pues no buscarían contar una historia ajena, sino la propia; es decir, que la persona se interprete a sí misa, mientras la línea divisora del drama y el realismo se vuelve casi inexistente.
Ergo, en el cine neorrealista no hay personajes sino tipos: moldes de discursos que se repiten a lo largo de las producciones. Dentro de este afán por naturalizar el discurso neorrealista de la postguerra, estas vanguardias vienen a rescatar tipo no muy utilizados: la mujer y el niño. Por lo tanto, esto hace al movimiento neorrealista una productora de cine más flexible y cambiante que puede explotar mucho el recurso de la improvisación, al trabajar sobre imprevistos e ideas en el momento que surjan (no importa cuando sea este), hasta el momento que se imprime la cinta.
Aún así, si bien la técnica es característica de esta vanguardia, la dimensión más importante y que le da toda la forma al movimiento es su parte moral y su fuerte sentido de protesta. Como muy bien plasman maestros de esta corriente como Fellini, De Sica y Visconti, se busca un acercamiento al hombre real, al humano completo y cotidiano que posee un alma y un conflicto contemporáneo que debe afrontar. Lo interesante es, la dimensión universal del discurso del neorrealismo que planea ir de lo individual a lo colectivo y mostrar la lucha no de un solo hombre, sino de una sociedad completa que vela por sus intereses. Pues aquí, lo que vale es la verdad, y constantemente se busca presentar una realidad sin paliativos, exaltando todo el tiempo aquellos elementos que habían quedado reducidos: valores como la fe, el amor y la cooperación.
Finalmente, el valor del movimiento consiste en el entender al cine no como algo muerto e inconsciente, sino como un arma poderosa (por su valor comunicativo) para moralizar a las masas y difundir los mensajes de liberación que el pueblo necesitaba en el periodo después de las atrocidades de la guerra. Si bien la intención podía no ser esa, esta corriente está íntimamente ligada a los valores cristianos más básicos, como la solidaridad, la esperanza y el amor al prójimo, vistos desde una perspectiva muy interiorizarte y con un trasfondo nacionalista que pretendía inspirar estas emociones para recuperar el espíritu después de un periodo de grandes tragedias. Si bien el cine neorrealista trajo consigo grandes resultados que los cineastas modernos siguen emulando, no se puede quedar sólo con la estética sino, como buena forma de comunicación que es, debe aplaudirse su vanguardia en la comunión con el espectador y su búsqueda incansable de un mejor mañana.
ARTÍCULO FIRMADO POR AXEL ‘LOBITO’ CASTELLANOS
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