Revista Ópera
Iolanta es una ópera que no pertenece al gran repertorio, no se suele programar con frecuencia, si bien últimamente cualquiera diría que está de moda, en apenas un año se ha podido escuchar en el Palau de les Arts en versión concierto y en el Teatro Real escenificada. Seguramente el hecho de su corta duración, apenas llega a las dos horas, y de tener un único acto no ha favorecido su programación, necesita de una compañera; en su estreno esta labor la desempeñó el ballet El cascanueces, ambas obras habían sido fruto de un encargo del director de los Teatros Imperiales de San Petersburgo. No parece buena idea mezclar ópera y ballet en un mismo espectáculo, al menos a mí no me lo parece, pero Tchaikovsky, aunque fuera por encargo, así lo hizo. Iolanta fue última ópera y durante su composición le asaltaron inseguridades, temía repetirse. Decidió comenzar a componerla por el dúo entre la protagonista y Vaudémont. En cuanto obra de madurez (51 años) se puede apreciar una buena factura en su instrumentación, con detalles preciosistas encargados tanto a la orquesta como a los cantantes.
¿Valía la pena desplazarse al Teatre del Liceu para escucharla en versión concierto? Yo pienso que sí, su principal atractivo residía en la presencia de la diva de nuestros días, Anna Netrebko acompañada por la Orquesta Sinfónica y Coros del Teatro Mariinsky de San Petersburgo dirigidos por todo un especialista en el repertorio ruso como es Valery Gergiev. Estas dos funciones de Iolanta que se han programado suponían el estreno de la ópera en el Teatre del Liceu y también el debut de la Netrebko en el mismo. Todo un acontecimiento y en un repertorio que, al menos en teoría, es el más afín a la rusa. El equipo de solistas que la acompañaban, si no lo podemos calificar como de excepcional, sí podemos considerar que no puede ser más idiomático, siguiendo la tónica general de la representación de hoy. El éxito parecía asegurado. Pero no nos engañemos, en realidad yo estaba allí para escuchar y ver a Netrebko, la soprano lírica del momento no se prodiga mucho por nuestro país y, cuando se presenta una oportunidad, hay que aprovecharla. Sí, además, uno, cuando acude a Barcelona es tan bien recibido por nuestros amigos catalanes como lo han hecho hoy, pues miel sobre hojuelas. Mis felicitaciones al anfitrión, Joaquim, que, tras la sugerencia de kalamar, ha sabido escoger un buen restaurante, con mesa redonda, como tiene que ser, y con una magnífica relación calidad-precio. Ya me gustaría tener en Valencia localizados dos o tres como ese.
Pocas veces he salido de una función con la euforia con la que he salido hoy y con la sensación de haber asistido a uno de los tantos momentos históricos que se han vivido en el el Liceu. Desde que comencé a aficionarme a la ópera y escuchaba aquellas grabaciones legendarias en las que el público enloquecía y rompía en aplausos mientras la música seguía y seguía pasando a convertirse en una especie de ruido de fondo, siempre había pensado que nunca viviría momentos así, porque ya no quedan cantantes capaces de levantar al público de sus asientos y porque tampoco hoy se considera políticamente correcto interrumpir las representaciones a mitad. Una cosa es que algún iluminado rompa a aplaudir antes de hora y estropee la magia que intérpretes, orquesta y director han estado tejiendo durante toda la velada y otra cosa es lo que ha ocurrido hoy, aunque, pensado fríamente, dista de ser deseable; no he participado del aplauso, más que nada por una cuestión de principios, pero ha sido muy emocionante, se me ha erizado el bello, era el momento en el que finaliza el dúo entre Iolanta y Vaudémont..
Anna Netrebko ha estado maravillosa, muy creíble en la parte escénica, a pesar de ofrecerse la ópera en versión concierto, e imponente en lo musical, con un timbre tan hermoso como en las grabaciones comerciales -o más, como me ha dicho Atticus- , rico en armónicos, penetrante, cálido, que fluye natural, totalmente homogéneo en el paso del centro al agudo, que corre perfectamente con la sala, sin problemas de proyección, destacando en los números de conjunto incluso por la propia personalidad de un timbre que es inconfundible y que Netrebko conoce a la perfección y sabe cómo manejarlo, poniéndolo al servicio de la expresividad, la homogeneidad es tal que incluso cuando adelgaza la voz mantiene intactas todas las características señaladas.
Tal ha sido la exhibición que ha ofrecido Netrebko que hay que señalar que el resto del reparto, más que correcto, no ha estado a la altura. Pero no es que no haya estado a la altura de la ópera de Tchaikovsky, que sí lo ha estado, sino que no ha estado a la altura de la soprano. Nada más salir a escena uno ya sabe que ella se va a convertir en la estrella de la función: Su , tan criticado por pantojil, traje rojo, de esos que, con sus volantes, no pasan desapercibidos, su amplio escote y una diadema destelleante que la hacen destacar del resto de cantantes, que parece que se limitan a girar a su alrededor -incluso cuando ella está sentada y teóricamente fuera de escena- no dejan lugar a dudas. Todas las miradas quedan posadas en la rusa hasta el final. ¡Vaya! Quería hablar de los compañeros y, sin darme cuenta, me he ido otra vez a Netrebko, reconduzcámonos. Entre todos destacaría por interpretación, que no por voz ni canto, la actuación de Sergei Aleksashkin como Rey René, un cantante ya maduro, presumo que con muchas tablas en el Mariinsky, he echado a faltar mayor frescura tímbrica pero ha sabido mantener un nivel regular durante toda la tarde, no es de esos veteranos que dan pena. A Sergei Skorokhodov ya lo conocía, interpretó el rol de Jasón junto a la Medea de Urmana en el pasado Festival del Mediterráneo, su timbre es típicamente eslavo, no ingrato, sobre todo en este repertorio, es el timbre típico, metálico, que uno espera de un tenor de su procedencia y características, se ha entregado, no era para menos teniendo al lado al huracán Netrebko. Finalmente destacaría al bajo Yuri Voroblev, que, a pesar de que no tiene grandes intervenciones, ha destacado por la belleza de su timbre y su capacidad comunicativa, parecía muy joven ¿será un cantante a seguir?
En definitiva, ha sido un día redondo, que me ha permitido reunirme con los amigos catalanes y conocer a dos amigos, hasta ahora, virtuales: JL y kalamar. Ojalá que la vida me proporcione muchos días como el de hoy.
Ah, y Josep nos ha enseñado la publicación de su nuevo trabajo fotográfico, Les meves Barcelones, podéis encontrar más información en In fernem Land.
TCHAIKOVSKI. IOLANTA. Teatre del Liceu de Barcelona, domingo 13/01/2013
Anna Netrebko, Sergei Skorokhodov, Alexander Gergalov, Sergei Alexashkin, Edem Umerov, Andrei Zorin, Yuri Vorobiev, Eleonora Vindau, Anna Kiknadze y Natalia Yevstafieva.
Orquesta Sinfónica y Coro del Teatre Mariinsky de Sant Petersburgo. Dir.: Valery Gergiev