A menudo olvidamos que la función vital no es enseñar, sino aprender.
Uno de los principales defectos de nuestro sistema educativo es que le prestamos demasiada atención a desarrollar la memoria y muy poca atención a desarrollar la mente.
Una parte primordial del proceso de aprendizaje es la motivación y su estrecha relación con la atención y la memoria.
Precisamente, la motivación es el motor inicial del aprendizaje. La motivación es el impulso que hace que el individuo mantenga una disposición de ánimo, una actitud. Es la razón por la que el individuo presta atención y centra su memoria mediante acciones concretas que le lleven hasta su objetivo.
Las neurociencias están demostrando que la motivación tiene unos mecanismos neuronales específicos que activan y direccionan nuestro cerebro hacia una conducta específica (motus+actio).
La neurobiología nos ha enseñado que ese impulso interior que conocemos como motivación, provoca la activación de las neuronas dopaminérgicas del área límbica. Estas neuronas dopaminérgicas envían impulsos eléctricos a una parte del cerebro llamado “núcleo accumbens”, que es el responsable de crear el estado emocional que proyecta y anticipa la recompensa.
El núcleo accumbens es una “interface” cuyo papel neurobiológico es integrar la motivación y la acción motora. Su función consiste en transmitir aquella información motivacional relevante que hace que se pongan en marcha las acciones motoras necesarias para lograr la satisfacción o recompensa proyectadas.
Podemos memorizar, pero eso no significa que aprendamos. El verdadero aprendizaje tiene un componente emocional que nos hace proyectar una recompensa. El premio Nóbel en Neurobiología Kandel, ya demostró que el proceso verdadero de aprendizaje se basa en aquello que tiene un valor motivacional porque es capaz de poner en marcha nuestro circuito dopaminérgico.
Esta orientación humana hacia la recompensa supone el rechazo por el aprendizaje que provoque emociones negativas y el acercamiento a aquel modelo de aprendizaje que suponga un refuerzo positivo.
Neurológicamente hablando, el aprendizaje exitoso será aquel capaz de proyectar una futura recompensa y la consiguiente segregación de dopamina.
Pero no hay que olvidar que nuestro cerebro está programado para procurar nuestra supervivencia, no nuestra felicidad, y que nos pondrá todas las barreras necesarias para evitar los cambios de paradigma y los procesos de re-invención.
Cuando vamos paseando por el campo, estamos más atentos a los insectos que a las flores. Comenzar un proceso de reinvención consiste en ser capaces de prestar a las flores que nos rodean la atención que se merecen.
Ahora que la plasticidad del cerebro ha quedado demostrada, es imprescindible saber desaprender y olvidar.
Las Neurociencias demuestran que las neuronas son nuestras aliadas en los proceso de aprendizaje, porque son capaces de adaptarse a nuevas realidades generando contactos sinápticos nuevos. Porque nuestras neuronas saben que si no olvidamos, no nos adaptamos.