Revista Espiritualidad

Neuronas espejo y la empatía

Por Estaryser @ESTARySERweb

Las neuronas espejo se disparan de la misma forma cuando realizamos una acción que cuando observamos a alguien realizarla. El hecho de que nuestro cerebro reaccione igual, explica el aprendizaje por imitación, la emulación y también la empatía, ya que vivimos la acción de otro como nuestra y nos ayuda a comprenderla.

La primera vez que se descubrieron las neuronas espejo fue con monos. El equipo de Rizzolatti las identificó por primera y se localizaron en la corteza premotora, la cual está especializada en planificar, seleccionar y ejecutar movimientos.

Tras el descubrimiento en monos, se han realizado varias investigaciones en seres humanos con el objetivo de conocer si también las poseemos y si tienen relación con el aprendizaje, la imitación y la empatía

Los seres humanos sabemos reconocer los gestos de otras personas, podemos identificar las emociones solo mirando a la cara de alguien. Podemos no conocer ni siquiera a ese alguien, pero eso no impide que nos pensemos en cómo se siente y en muchas ocasiones acertamos.

Cuando vemos a alguien en apuros o cayéndose casi podemos sentir el miedo o el dolor como si fuera propio. ¿qué mecanismo hace esto posible en nuestro cerebro? Todo apunta a las neuronas espejo y su conexión con diferentes áreas cerebrales.

Las neuronas espejo también tendrían que ver con la interpretación que hacemos de las acciones. No solo podrían ayudarnos a interiorizar y repetir una acción que acabamos de ver, sino que gracias a ellas podríamos entenderlas y darles sentido, entender por qué los demás actúan de cierta manera y si necesitan nuestra ayuda.

Cuando estas neuronas especializadas se activan otras zonas del cerebro también lo hacen, como el sistema límbico. de esta manera, nos permiten ser capaces de reconocer gestos faciales, acceder a nuestros recuerdos y aprendizajes previos y unir toda esta información para interpretar la situación y darle un significado.

Somos muy influenciables. Tanto que el estado de ánimo de los demás nos puede afectar, haciendo que nuestro humor cambie. Cuando alguien con quien trabajamos está triste y su rostro nos transmite esa tristeza, no solo somos capaces de saber que algo le pasa, sino que además nuestro ánimo puede verse afectado; y es que la empatía no solo nos permite conocer lo que el otro piensa, también nos permite ponernos en su lugar, con sus circunstancias.

Además se ha comprobado que forzar la risa puede hacer que te sientas mejor. Haz la prueba: un día que te sientas decaído, ríete. El simple hecho de fingir la emoción de la alegría hará que te sientas mejor. También lo hará el estar con un grupo de amigos que no para de bromear y, aunque tengas un día horrible, seguramente las risas de los demás te contagiarán.

Teniendo en cuenta que las emociones de los demás pueden ser muy contagiosas y afectarnos, el exponernos a acciones que realizan los demás también puede serlo, sobre todo a una edad temprana. Así, la exposición a la violencia en los niños por medio de la televisión puede aumentar el grado de violencia en su conducta, ya que tendemos a imitar lo que vemos, teniendo en cuenta que no somo robots y podemos elegir nuestros actos.

Conocer las intenciones de los demás

Desde que somos pequeños imitamos. Primero los gestos de nuestra madre, más adelante jugamos a ser médicos, cocineros, policías, etc. En la adolescencia tenemos ídolos y personas a las que emulamos y de mayores algunos emulan ser personas de éxito y también siguen jugando a médicos.

Durante toda nuestra vida imitamos y nos ponemos en el lugar del otro, incluso fingimos ser alguien que no somos. Esta es la razón por la que existe el cine y el teatro, surge de nuestra necesidad de imitar y de vivir otra realidad.

A diferencia de los monos, que también tiene neuronas espejo que se activan cuando ven a otro realizar una acción, nosotros somos capaces de interpretar si alguien esta simulando, de conocer la intencionalidad o de hacer hipótesis sobre ella. Quizá esta es una de las características que nos diferencian, tenemos la habilidad de poner nombre a las acciones y además hacer hipótesis, muchas veces acertadas y otras malintencionadas, sobre la intención del otro.

Las neuronas espejo se pueden activar tanto oyendo, viendo, haciendo o pensando una acción, pero no va a tener el mismo impacto cada una de estas, por eso, al ver algo podemos reconocer mejor la situación que oyéndola. De hecho, los seres humanos trabajamos esencialmente con información visual, aunque el resto de sentidos sean igual de importantes.

El nombre que se le pusieron a este tipo de neuronas dice bastante de los que son. La semántica de sus dos palabras apuntan a que se activan, por ejemplo, cuando vemos a alguien haciendo algo. Cuando lo hacen, permiten que nuestro cerebro refleje el mismo patrón de activación que el de la persona que realiza la acción. Es decir, para nuestro cerebro es como si estuviéramos haciendo lo que el otro hace, de manera que funcionan como un espejo.

Tenemos una capacidad innata sorprendente para identificar pequeños gestos que ademas son muy difíciles de fingir, así que es una buena herramienta para saber cómo se encuentra la persona que tenemos al lado y cómo tratarle. Es una habilidad muy adaptativa y que nos ayuda a relacionarnos y a evitar problemas.

Este fenómeno se descubrió hace relativamente poco y actualmente se está estudiando la relación que puede tener con muchas de nuestras conductas y con algunas enfermedades. Por ejemplo, se ha relacionado con el autismo: la baja actividad de este tipo de neuronas que se ha detectado en el cerebro de personas que han recibido este diagnóstico. Así, poder estudiarlas es un rayo de esperanza para comprender mejor el autismo y encontrar un tratamiento que mejore su sintomatología y el grado de adaptación de las personas diagnosticadas.


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