Revista Libros
Supe de Neil Gaiman a través de Alan Moore. Alguien que trabaja habitualmente con tal genial barbudo no puede pasarse por alto, y tras ver su extensa obra donde aparecen algunos títulos conocidos por otros caminos, como la película de animación Coraline, quedan a un lado las mínimas dudas y no hay otra alternativa que lanzarse a devorar páginas y más páginas lo antes posible.Mi pérdida de la virginidad “Gaimaniana” llegó a través de Neverwhere y la experiencia fue plenamente satisfactoria. Me parece una gran idea inventarse un relato a partir de las estaciones de Metro y monumentos de una ciudad, en este caso Londres, bañándola de toques de fantasía y gran imaginación. Es grato sentirse parte de la historia porque en su día tuve la suerte de recorrer buena parte de los escenarios londinenses que en ella aparecen, y volver a hacerlo ahora viéndolos desde una manera totalmente diferente con todo lo que podía haber oculto tras ellos, es poco menos que indescriptible. En cuanto a la trama en sí, me pareció muy fantasiosa y teatral. Todo era muy visual y sin medias tintas ni tapujos que dejaban claro que no era un cuento infantil, sino algo muy serio. Describe a la perfección la sensación de angustia del protagonista Richard Mayhew ante la pérdida de su identidad y el proceso de adaptación a la nueva realidad. Incluso te hace reflexionar y plantearte si es posible una vida diferente a la establecida por la sociedad en la que vivimos. Y debo confesar que los malos de la película, unos tales Vandemar y Croup, dan pero que mucho miedo.Investigando un poco sobre el autor, descubro que escribió el libro a partir de una serie de la BBC, quizá esta era la razón de que me pareciera tan visual al leerla. Sin duda ha sido un gran comienzo y no será esta la última obra de Gaiman que lea, ni mucho menos.