3, 2, 1… Empiezan las vacaciones, y con ellas un pedazo de viaje por la Costa Este de Estados Unidos. Nuestra ruta nos llevará desde New York City hasta Miami pasando por ciudades como Washington o Philadelphia, la costa de las dos Carolinas, zonas rurales donde conviviremos con los amish y el Parque Nacional de Everglades en Florida.
Hace dos años visitamos por primera vez este enorme país, recorriendo la costa oeste, y quedamos tan impresionados que, sin dudarlo, teníamos que volver. No hemos tardado mucho en hacerlo y esperamos irnos con el mismo sabor de boca que nos dejó el otro viaje.
New York City
Viernes 12 de agosto
Después del periplo que supone viajar en avión, retrasos, esperas, aduanas, pasar al cuartelillo de la policía porque tu apellido es habitual en los cárteles colombianos (cosas que pasan en los aeropuertos de Estados Unidos)… llegamos al apartamento en Union City (NJ) donde las vistas desde nuestro décimo piso nos hicieron olvidar por un momento todos los nervios acumulados hasta llegar allí: el impresionante skyline de la Gran Manzana, algo que hemos visto tantas y tantas veces en películas, por fin ante nuestros ojos.
Es muy tarde y el cansancio no tarda en dejarnos k.o.
Vistas desde nuestro apartamento en Union City
Sábado 13 de agosto
9 a.m. y la calor y la humedad resultan casi insoportables. Una ola de calor con temperaturas extremas ha llegado a la ciudad y cuesta trabajo hasta respirar… Callejear va a resultarnos duro…
Nada más salir del metro en World Trade Center las miradas ya se van hacia el cielo. Y así seguirán durante los siguientes cuatro días.
El One World Trace Center con sus 541 m. de altura es, hoy en día, el edifico más alto de todo el país y el edificio principal de la zona que fue terriblemente desolada en los ataques terroristas del 11 de septiembre del 2001. Tras una década de conflictos políticos, la zona cero se ha convertido en un memorial a las tres mil víctimas que perecieron en los atentados. Dos grandes estanques recuerdan el lugar donde se ubicaban las torres gemelas y un museo con imágenes, vigas, objetos encontrados bajo los escombros y tres mil fotografías con nombres propios no dejan impasible a nadie que lo visite. Un respetuoso silencio reina en todas las salas. Y no es para menos porque el recuerdo de ese día ha vuelto a repetirse demasiadas veces en los últimos años, Bruselas, París, Bagdag, Niza…
A pesar de lo que supone el Memorial, la visita se convierte en un oasis resguardándonos por un rato de las altísimas temperaturas.
El precio de la entrada al museo memorial es de 24$, pero existen dos pases con los que ahorrar en las atracciones principales. Uno de ellos, y por que el nosotros optamos, es el City Pass que incluye seis entradas y una validez de 9 días por 116$. El otro, The New York Pass, te permite la entrada a ochenta atracciones y su precio depende de los días de vigencia, desde los 109$ por un día hasta los 329$ por diez días. En mi opinión este último resulta un poco estresante, para que salga a cuenta se han de visitar muchos lugares en un solo día, pero todo depende de lo que uno piense hacer.
El calor y la altísima humedad hacen que el camino por Broadway hasta Chinatown sea agotador. El agua se hace imprescindible si no queremos morir deshidratados…
La presencia de vendedores ambulantes, puestos callejeros de frutas exóticas y un ir y venir de gente comprando, vendiendo, hablando y chillando en cantonés nos anuncia que hemos llegado al barrio con más presencia asiática de todo el mundo fuera de Asia.
Restaurantes, pastelerías, centros de acupuntura llenan Canal St y las calles de alrededor, dando lugar a un bullicioso y caótico lugar.
Aconsejados por la Lonely Planet, nuestra guía de viajes de referencia, comemos en Amazing 66 un restaurante cantonés ubicado en el 66 de Mott St. La elección es acertada y los platos abundantes, aunque la simpatía del servicio brilla por su ausencia.
Little Italy limita al sur con Canal St y Chinatown. Pasamos de los rasgos asiáticos y los carteles en chino a las cafeterías con helados italianos, a los restaurantes con cartas llenas de pizzas y pastas y los banderines verdes, blancos y rojos en cuestión de segundos. Un viaje por el mundo simplemente cruzando un calle.
Siguiente parada: el icónico puente de Brooklyn que ostenta el privilegio de ser el primer puente colgante del mundo. Obligatorio cruzarlo o llegar hasta alguna de las torres de piedra y descansar un rato bajo su sombra rodeados de decenas de turistas que se resguardan de la matadora calor, además de obtener unas vistas maravillosas de Manhattan y Brooklyn.
Nos adentramos en el Finantial Distric y en la archiconocida Wall Street, escenario de tantísimas películas y de la última crisis financiera que aún hoy estamos viviendo en muchos países.
Y como colofón del día, un paseo al atardecer con el Staten Island Ferry que además de ser gratuito ofrece unas vistas espectaculares del skyline y de la Estatua de la Libertad. Opera las veinticuatro horas del día cada 25 minutos y, aunque mis informaciones eran que había muchísimas colas para acceder, nosotros fue “llegar y besar el santo”, el ferry es tan enorme que absorbe muchísima gente cada vez que sale.
Día completo y metas cumplidas. Mañana más, ahora toca descansar.
Domingo 14 de agosto
No parece que el día vaya a ser mucho más fresco que ayer, además las noticias no son muy alentadoras al respecto y vuelven a advertir de la ola de calor, aconsejan no salir a la calle si no es necesario. Y para nosotros lo es. Por muy bonitas vistas que tengamos desde nuestro apartamento, New York hay que vivirlo con frío o con calor y hay que pateárselo de arriba a abajo.
Cuando viajo me gusta cumplir con esa frase que dice “donde fueres, haz lo que vieres”. Y así hacemos nosotros. Nada mejor que pasar un domingo por el Central Park como hacen los neoyorkinos y si añadimos unas bicicletas de alquiler, la inmersión es total.
Parece que no somos los únicos que hemos tenido esta idea… Pero a pesar de ello, el paseo por el parque se hace muy agradable y placentero. Rincones cinematográficos, lagos, esplanadas de hierba y el memorial a John Lennon con un intenso olor a incienso llenan el pulmón de Manhattan rodeado, además de míticos y emblemáticos edificios protagonistas de echos históricos, como la muerte del Beatle, y de series y películas americanas, como The Gosthbusters, Jessie de Disney o Noche en el Museo.
Después de devolver las bicis y tras tres horas de pedaleo, hay que para para reponer fuerzas. Como la cosa va de sumergirse en la cultura neoyorkina, nada más neoyorkino que comerse una hamburguesa en el Shake Shack, toda una institución en la ciudad. Hay varios locales repartidos en Manhattan, por proximidad nosotros elegimos el de la 77th St con Columbus Av, justo detrás del Museo de Historia Natural. Buenas hamburguesas a precios razonables, con las largas colas para pedir y sin otro remedio que comerlas fuera del local sentados en un banco a la sombra, no hay muchas mesas y las que hay están muy solicitadas.
La entrada al American Museum of Natural History cuesta 22$ (acceso libre con la City Pass) y cierra sus puertas a las 17.45 p.m. Hay que tenerlo en cuenta para planificar bien la visita y elegir las salas que nos susciten mayor interés. Debemos saber que es uno de los museos más grandes y famosos del mundo y que su colección la forman más de 32 millones de especímenes, de los cuales solo una pequeña parte están expuestos. No hay que decir que es casi una visita obligada y, especialmente, si vamos con niños. ¡Lo van a disfrutar!
Al cierre del museo volvemos a hacer un alto en el camino en Sheep Meadow de Central Park, rodeados de familias jugando al frisbie, parejas con sus cestas de picnic y copas de vino blanco sentados en la enorme esplanada de césped con los rascacielos como telón de fondo.
Y de camino al apartamento y para acabar el día, la emblemática Times Square. Es como haber estado antes. Centenares de carteles publicitarios luminosos, gente por todas partes y tiendas de conocidas firmas abarrotan esta plaza cruce de dos grandes avenidas, Broadway y la 7th Ave. Una repentina ventolera, preludio de una tormenta, hace bajar unos grados la temperatura. Nuestro refugio la tienda de M&M’s, repleta de merchandising con las bolas de chocolate como protagonistas y con las que es difícil no caer en la tentación. Recomiendo los crispy con arroz inflado, para hartarse…
Lunes 15 de agosto
Después del Lower y del Upper Manhattan hoy toca el Midtown, la zona más clásica de New York con sus rascacielos más famosos, la Fifth Avenue con sus tiendas de lujo y, dando color, los taxis amarillos que llenan sus calles.
En pleno apogeo de la Gran Depresión se construyó lo que fue el primer edificio que combinaba tiendas, ocio y oficinas, el Rockefeller Center. Con el mítico rascacielos art déco, ocupando un sitio privilegiado, su mirador de tres plantas en el Top of the Rock ofrece una espectacular visión de 360º de la Gran Manzana desde los pisos 67º hasta el 69º.
El precio de la entrada es de 32$, acceso libre con la City Pass y sin lugar a dudas hay que subirlo.
De camino a la Grand Central Station descubrimos un espacio urbano con una amplia oferta de comidas nacionales e internacionales y una zona central repleta de mesas para compartir donde poder comer acompañados de neoyorquinos de las oficinas próximas que aprovechan un descanso para comer. El Urbanspace se encuentra en la 45th St con Park Ave.
Construida en 1913, la Grand Central Station es otro de esos lugares que hemos visto miles de veces en las películas, de hecho, aunque pensemos en el Empire State, su hall, de una belleza extraordinaria, es el icono cinematográfico por excelencia. A punto estuvo de ser derribada para construir un nuevo rascacielos si Jacqueline Kennedy no hubiese encabezado una campaña que culminó con una sentencia a favor de preservar los monumentos históricos de la ciudad. El edificio se restauró manteniendo un pequeño trozo del techo sin tocar para que, con el paso de los años, nadie olvide el estado de abandono en el que se encontraba este maravilloso y emblemático edificio. Hoy día es la estación con más andenes del mundo.
Al este de la estación, otro famoso edificio, el Chrysler Building icono del mundo automovilístico.
Y como el día va de edificios emblemáticos, el Flatiron Building fue hasta 1909 el edificio más alto del mundo. Su forma triangular, cogiendo la forma de la encrucijada de dos avenidas, la Fifth Ave con Broadway, es lo que lo hace tan característico.
Para desplazarnos hasta Chelsea cogemos el metro (el transporte neoyorkino requiere una explicación a parte). Originariamente fue una zona industrial para convertirse hoy en el epicentro de la comunidad LGBT y en el distrito artístico por excelencia. Sus edificios, antiguas naves industriales, son hoy modernas galerías, apartamentos y, uno de ellos, un gran mercado, el Chelsea Market, que conserva todo su encanto y estructura industrial. Pero una de las principales atracciones de la zona es el recientemente renovado High Line. Construido en una abandonada vía de tren elevada, este parque es un oasis en medio de la jungla de asfalto con bonitas vistas y jardines diseñados con plantas que originariamente crecían en los bordes de las vías. El paseo empieza en Ganssevort St, en Meatpacking District, hasta la 34th St recorriendo todo el barrio de Chelsea.
Desde la 34th St hay un paseo hasta el Empire State, ideal para acabar el día viendo el ocaso sobre la ciudad mientras las luces dan paso a una espectacular visión.
El edificio construido en plena Depresión y en un derroche de medios es la imagen más característica del skyline de New York. Subir hasta el piso 86º, en medio de una muchedumbre cuesta 32$ (acceso libre con la City Pass), para estar más tranquilo hay desembolsar 20$ más y tener acceso al piso 102º. A pesar del gentío vale la pena subir y contemplar el increíble panorama de esta enorme ciudad.
Martes 16 de agosto
Nuestro último día en New York…
Después de los días que hemos pasado recorriendo la ciudad, nos merecemos un descanso, algo más tranquilo. Especialmente por Ariadna que la a la pobre criatura no la oímos ni quejarse, aguantando como nadie estas temperaturas extremas y sin parar de andar de un sitio a otro.
Seguramente un crucero con vistas al más puro estilo turistada no es lo que yo hubiese hecho para quemar los días, pero vamos con una niña y ella también debe opinar y merece que la escuchemos después de tres días de puro agotamiento.
La City Pass incluye una de estas visitas en barco alrededor de Manhattan (el precio del ticket sin ella son alrededor de 30$, dependiento de la ruta que se elija) pasando por Ellis Island y a escasos metros de la Estatua de la Libertad. Las vistas son muy bonitas desde el Hudson River y desde el East River pero el guía, que no para de hablar en todo el trayecto, se hace realmente muy pesado.
Volvemos al apartamento a comer pollo frito, muy americano, y a descansar un rato. Esta noche nos espera un gran acontecimiento: el musical Matilda en el Sam S Shubert Theatre de Broadway. Empieza a ser una tradición ir a ver un musical en todos nuestros viajes y New York no podía ser menos.
Al atardecer el Theater Distric, colindante a Times Square está en plena ebullición, los espectáculos están apunto de empezar y los espectadores abarrotan las calles dirigiéndose cada uno a su teatro.
Ganadora de 50 premios internacionales, incluyendo cuatro Tony Awars, Matilda the Musical es la historia de una niña extraordinaria con una gran imaginación y una mente privilegiada. Basada en la novela de Roald Dahl, Matilda es un espectáculo extraordinario tanto para niños como para adultos donde sus infantiles protagonistas interpretan a la perfección a sus personajes. Miss Trunchbull, interpretada por un genial Bryce Ryness, le da un toque de humor al espectáculo.
A la salida toca la amarga despedida rodeados de miles de luces de colores y una plaza que ya no me resultará indiferente cuando la vea en las películas. Bye, bye Times Square! Bye, bye New York! See you soon! (eso espero…)
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