NH CIUTAT DE MALLORCA (****)
Francesc Vidal i Sureda 24
07015 Palma de Mallorca (Islas Baleares)
Habitación: 208
Fecha de entrada: 26/04/2018
Tarifa: 125€ (A+D)
Algo alejado del centro, a unas cuantas manzanas por encima de la línea de la bahía de Palma, en un barrio de calles estrechas y empinadas, sumamente tranquilo y residencial; rodeado de villas y de otros alojamientos turísticos encontramos un edificio de dos plantas lleno de balcones con terraza, en color salmón. Algo insulso y ochentero. Le falta un lavado de cara. Un carretil en curva atraviesa unos cuidados jardines y nos deja a pie de la entrada principal, ubicada bajo un pórtico de reminiscencias clásicas. Llegamos muy de noche y aquello está demasiado apagado. Toda la fachada de la planta baja es de cristal. Durante el día la luz inunda el espacio. Pero de noche todo aparece apagado y tranquilo. Llama la atención que sobre el tejado del edificio todavía aparece medioiluminado en azul el cartel con el logo de Hesperia, que era quien gestionaba antes el establecimiento.
Dos puertas de cristal automáticas y correderas entre las que hay una desgastada alfombra azul con el logo de NH nos dejan en la recepción. No muy grande. A la izquierda una zona con una estantería con folletos de la zona, y unos sofás con una mesa baja para esperar o charlar. Mobiliario moderno en azul y blanco. Paredes en dorado. Maderas claras. Una gran lámpara curva con pantalla en negro iluminaría el espacio si estuviera encendida. A la derecha, una barandilla protege de las escaleras que bajan hacia el desayunador.
Unos pasos más adelante el mostrador de recepción. Partido en dos por una columna. Madera en su cuerpo y una lámina de cristal como tapa. Sobre ella algunos folletos del hotel, un anuncio del wifi, un jarrón con caramelos y una pantalla con información del hotel. Del despacho que hay detrás sale un simpático recepcionista. Nos atiende con rapidez. Nos pide el número del DNI y chequea que todo está correcto. Enseguida nos extiende el parte del viajero y nos reímos un rato a costa de la tasa turística que vuelve a subir dentro de cuatro días. Nos explica el horario del desayuno y el funcionamiento del wifi que es gratuito y veloz en todo el edificio. Se agradece el rato cuando uno llega cansado.
Seguimos hacia el interior del hotel y nos encontramos tres escaleras, junto a ellas, una gran pantalla explica los horarios del hotel aunque su tipografía no es muy afortunada. Tras las escaleras ya hay habitaciones en tres pasillos distintos. Y el ascensor. Pequeño. Algo viejo. Suelo de moqueta plastificada. Paredes de madera hasta media altura y de espejo ahumado hacia arriba. Botonadura algo anticuada. Lento. Las puertas se abren en un amplio recibidor muy luminoso. Reformado. Paredes blancas brillantes, suelo de moqueta en tonos gris verdosos. Carteles con las indicaciones de las habitaciones nos conducen al pasillo adecuado, que continúa siendo blanco con la moqueta verdosa en el suelo. Las puertas, en madera clara se nota que son antiguas. Manivelas de acero.
La puerta no encaja del todo bien en el marco, lo que hace
que la luz del pasillo entre por las rendijas a la habitación. Tras ella, a la
izquierda encontramos la ranura para la tarjeta que activa las luces. Con ella
se activa también un extractor que hay en el baño que emite un terrible zumbido.
Suelo de madera vieja pero bien cuidada y tratada. Paredes en vescom verdoso y
techo de madera, quizá demasiado bajo con un punto de luz. A la derecha un
armario con dos puertas correderas de madera. En su interior un colgador con
muchas perchas antirrobo de distintos formatos, algunas de plástico, otras de
madera con el logo de Hesperia… Una balda con una manta suplementaria. En la
otra puerta algunas baldas. En una de ellas la caja fuerte y en otra la bolsa de la lavandería y
un lustrazapatos. Antes de llegar al gran pórtico que abre a la habitación, un
generoso espejo de cuerpo entero.
A la izquierda de ese ancho pasillo está la puerta del baño.
De cristal opaco en un marco de madera. Y el display del aire acondicionado. Parece
sencillo de manejar porque es automático y simplemente hay que poner la
temperatura a la que queremos la habitación, pero no conseguimos que funcione. Es
finales de abril y no pasamos ni frío ni calor. Temperatura correcta.
El espacio del dormitorio es amplio y la sensación es
funcional, luminosa y con un punto cálido. No más. A la derecha hay un larguísimo mueble
que enlaza un generoso maletero de madero con patas metálicas. Y a continuación
un gran escritorio sobre el que hay una lámpara con pie de metal y pantalla en
color crudo, no excelente, pero suficiente, para el trabajo. Cuelga de la pared
una pantalla de plasma con una luz azul de standby que molesta demasiado, y un cuadro en blanco
y negro. Sobre la mesa hay una bandeja con unos vasos y algunas cosas del
minibar (vino, copas, gominolas, almendras…). Un par de enchufes para los
aparatos electrónicos. La silla de trabajo es algo incómoda con un respaldo
algo bajo y tapizada en tela color morada. Un armario recoge el antiguo minibar
(que se abre con una llave que está junto a él) de escaso y caro surtido.
Al fondo ocupando casi toda la pared dos puertas de cristal
de suelo a techo nos llevan a la terraza. Amplia, con una luz que permanece
encendida toda la noche, colándose en la habitación. Las vistas a los edificios
colindantes y a la piscina. Es una zona tranquila, de edificaciones bajas lo
que ofrece bastante luz y por la mañana vistas al luminoso cielo Balear. En la
terraza hay una mesa y un par de sillas de metal como de terraza de bar. En los
cristales de acceso el logo de Hesperia. Un foscurit en tono crudo y un visillo
en blanco intentan, en vano, proteger de la luminosidad del mediterráneo en
cuanto se hace de día y de la luz de la terraza durante la noche.
Junto a la terraza, en el interior del dormitorio hay una
mesa de centro cuadrada de madera y una butaca de tela en colores brillantes
(amarillo y marrón) con brazos y patas metálicas de aire algo retro. Al lado
del conjunto, una lámpara de pie con pantalla en crudo.
En la pared de la izquierda bajo un gran cabecero en marrón
a media altura (el resto está en vescom claro) se ubican las dos camas. Blancas
y mullidas. No muy grandes. Un par de almohadas de distinta dureza en cada cama.
Suaves sábanas y fino nórdico. Muy limpias. Un plaid en color burdos a los pies
recoge los dos colchones. A cada lado sendas mesillas. Sobre una el teléfono,
sobre la otra unos folletos con información del hotel y un par de revistas sobre
la isla. En uno de los lados hay un enchufe para los aparatos electrónicos. En
los dos hay lámparas de noche incrustadas en el cabecero con dos brazos dirigibles,
modernos, para la lectura. Con los interruptores se pueden apagar todas las
luces e incluso apagar unas si y otras no para crear un efecto más cálido en el
domitorio. El entorno del hotel es sumamente tranquilo (de hecho no hay nada
alrededor que no sean hoteles y villas residenciales) por lo que el descanso no
debería ser problemático. Sin embargo hay un extraño zumbido como de unas
máquinas durante casi toda la noche. El interior del hotel también es tranquilo
y no nos molestan las habitaciones contiguas.
El baño resulta muy grande y espacioso. Todo en mármol color
arena. Todo. Suelo, paredes y la encimera del lavabo. El techo, quizá demasiado
bajo en blanco. La iluminación quizá es algo fría pero sobre todo el zumbido
del extractor resulta sumamente incómodo. Súmamente. A la derecha un inodoro y
un bidet en blanco, justo debajo del extractor. Enfrente una generosa encimera
recoge el lavabo con un grifo monomando nuevo, algo pequeño y al que le falta
presión y caudal. La temperatura es excepcional. El agua, como en toda la isla,
tiene mal sabor. Pero no hay alternativa embotellada (de cortesía). Delante del
lavabo hay un espejo generoso con un marco blanco. Sobre la encimera en una
bandeja de porcelana blanca el escaso juego de amenities: gel, champú, crema
hidratante y una pastilla de jabón. Cuelga del lavabo un toallero metálico en
el que se ofrece una toalla de manos algo desgastada pero limpia. Entre el
lavabo y el inodoro, cuelga de la pared un secador algo antiguo y de escasa
potencia. A la derecha, también cuelgan de la pared un espejo de aumento direccionable y un teléfono blanco.
A la izquierda está la bañera. Blanca y protegida con una
mampara de cristal que aunque es móvil resulta compleja de mover ya que choca
con las esquinas en las que se acopla. Dentro el espacio es amplio porque entre
la bañera y la pared todavía hay un trozo de mármol generoso. El toallero y la
barra porta esponjas denotan mucho el paso de los años. La grifería sin embargo
es nueva. El techo queda demasiado bajo. Casi agobia. La ducha se remata con un
grifo de teléfono que escupe agua con una presión y un caudal envidiables.
También la temperatura funciona correctamente. Dos toallas de baño, también
algo viejas y poco lustrosas, aunque limpias y grandes, y una alfombrilla
completan el juego de lencería.
Por la mañana en el sótano se sirve el desayuno en un
alargado salón. Mesas metálicas y sillas cómodas. El surtido es generoso: zumos
(variados), frutas (cortadas y preperadas), embutidos, quesos, fiambres, platos
calientes (tortilla, bacon, huevos…), bollería no muy atractiva y variedad de
panes. Resulta llamativo el gran espacio que se le dedica a los productos
locales: embutidos, sobrasadas, ensaimadas de distintos tipos… El café no es
malo. Llama la atención un profundo olor a lejía cada vez que se limpia alguna
de las mesas que queda vacía a nuestro alrededor. Lástima que el personal además le ponga poco interés a que despertemos felices.
Sin embargo en la recepción de nuevo el personal nos atiende prontamente y con
corrección. Nos pregunta por el minibar, nos entrega la factura y se pone a
nuestra disposición por si puede ayudarnos en algo para seguir nuestro viaje.
Se agradece que incluso salga del mostrador para buscarnos un taxi.
Calidad/precio: 7
Servicio: 7.5
Ambiente: 6.5
Habitación: 7.5
Baño: 6.5
Estado de conservación: 6.5
Desayuno: 6.5
Valoración General: 7