Es una fuente con el parque de fondo. La técnica fotográfica logra que el agua se vea así de extraña y el fondo colorido le da ese efecto como de alegría o de fiesta. La alegría es algo que casi no forma parte de mi vida aunque sigue presente en el amor porque así lo quisimos mi chica y yo hace algunos meses: juntos decidimos que nuestro amor tenía que seguir siendo alegre y hacemos todo lo posible por cumplirlo. Para conseguirlo es necesario ignorar lo que nos está pasando y llorar en soledad, casi en secreto para no contagiarnos mutuamente.
No es fácil llorar en soledad. Hay que secarse muy bien las lágrimas para salir de tu escondrijo y que nadie te pregunte. Hay que ser muy fuerte para necesitar un abrazo y no correr a pedírselo a la persona que más quieres en el mundo. Hay que respirar hondo y ser consciente de que el llanto pasará tarde o temprano mientras que la pena permanecerá ahí, enquistada, pegada como una lapa en lo más profundo de tu alma.
La alegría no es la risa. Uno puede reír sin estar alegre, lo que ya es más difícil es lo contrario, estar alegre y no reír. Eso creo que es imposible. Si te sientes alegre tendrás, como mínimo, una medio sonrisa bobalicona que te delatará. Yo sonrío mucho, por supuesto, incluso me río a carcajadas algunas veces, pero es una risa distinta a la de antes, como si le faltase pureza o autenticidad. Además tampoco puedo abusar de las carcajadas porque siento mucho dolor cuando el diafragma se pone en movimiento. Ni reír a lágrima viva ni llorar a moco tendido, en ambos casos me duele mucho, así que lo evito en la medida de lo posible. Por eso digo que me parece algo falsa mi risa, porque siento que le falta frescura y espontaneidad. En cambio el llanto me sale del alma con una sinceridad y un desgarro que asusta. Aunque me duela muchísimo, no importa. Lloro como si se fuese a acabar el mundo o como si tuviese una enfermedad incurable. Por qué será.
Pero, como digo, lloro poco. Intento mantenerme alejado de los pensamientos que me llevan al llanto que, por lo general, tienen que ver con la soledad que sentirá mi chica cuando se quede sin mí. Si no entro en eso, puedo mantenerme sereno y frío, como debe ser, porque para el tiempo que me queda no lo voy a pasar entre la´grimas y melancolías tristonas y pegajosas. Muy al contrario cada vez bromeamos más y buscamos la risa o el abrazo cómplice, cariñoso y feliz. Y lo mejor de todo es que nos sale con absoluta autenticidad y con cero empalago.
Qué delicia haber tenido la posibilidad de vivir un amor así de transparente y así de sereno, tan lleno de matices y tan colorido. Es un regalo de la vida, un grito de júbilo en mitad de un jardín tropical, una copa de cava helada y burbujeante cuando más sed tienes. Como si la primavera se hubiese convertido en nuestra aliada y hubiese llenado de flores silvestres un rinconcito de nuestros corazones, justo el rinconcito que se funde en uno solo y nos da, a ambos, la posibilidad de amarnos intensamente para siempre.
Pensando en esto, reconozco que sí hay alegría en mi vida.