Viejo slogan, que ya fue utilizado por José Antonio Primo de Rivera, a la sazón fundador de uno de los partidos terroristas que más atentados cometió durante la II República, y posteriormete especializado en la limpieza ideológica durante la guerra y partido único en la dictadura franquista.
Hoy lo utiliza UPyD mascarón de proa del oportunismo, lo utiliza Ciutadans (Movimiento Ciudadano en el resto de España) tan oportunista o más que el anterior, y también organizaciones de la pseudoizquierda internauta como Podemos y Equo, estas dos últimos practicando algo tan novedoso como el “cualquierismo”, en lo que podría definirse como que cualquiera hace la revolución a golpe de clic de ratón, sin un ápice ni de ideología y mucho menos de discurso programático transformador.
Los que así se definen, ni de izquierdas ni de derechas, son a los que les da igual atajar la raíz de los problemas, eso a ellos y ellas no les incumbe, sólo entienden que deben de ser los protagonistas en cualquier situación o medio, deben ocupar los espacios públicos, no se sabe muy bien para qué y dar la sensación que los problemas de los demás les interesan, para ello no dudarán en aliarse con quien mejor les convenga, o utilizar cargos públicos par su propio interés con tal de que sean alabados, loados, aplaudidos, escuchados, mimados y rockanroleados. En definitiva la máxima expresión del ni-nismo político que en Italia se ha denominado grillismo.
Ni todos somos iguales, ni la política ha dejado, de repente, de tener alma e ideología, para convertirse en una actividad indiscriminadamente perversa.
Constato que el ejercicio de la política no pasa por su mejor momento, que la corrupción, lamentablemente demasiada, está lesionando gravemente su crédito ante la ciudadanía; pero no me gustan las ideas y proyectos que jaleando la corrupción, se inyectan populismo en vena y dibujan un futuro imaginario y sin alternativas. Eso de que entre los dirigentes y el pueblo no exista estructura, es lo más antimarxista que he escuchado nunca, es el caudillismo por excelencia. Sin estructuras políticas y organizativas que articulen discurso, método y programas, dejando diluir todo en la bondad del pueblo es creerse a pies juntillas un cuento o dicho de otra manera es instrumentalizar la lucha de clases para satisfacción del ego personal, con lo peligroso que eso puede resultar. Lo penoso es que personas que han participado de proyectos de transformación hoy se hayan subido al carro del oportunismo, y no tengo otra explicación que la que me dió una buena amiga: “las drogas causaron estragos en los ochenta”.
Alentar sumas heterogéneas de ideas, personas y grupos dispuestos a impugnar la política, los partidos y el sistema, pero agazapados en la ambigüedad y sin mostrar el camino que quieren elegir es pretender emular el espectáculo italiano, al que no deberíamos ni asomarnos.