Ni hablando se entiende esta gente
No sé pero se me ocurre que si hoy, en lugar de gobernar Rajoy, estuviera gobernando Zapatero, el asunto de Cataluña no habría llegado tan lejos. Mariano, el muy español, ya se habría manifestado sábado sí y domingo también, como habría hecho cualquier persona normal, con la Constitución en la mano y la bandera a la altura de los calzoncillos, enarbolando la España una, grande y libre. Soraya, la niña de Rajoy, ya habría exigido a grito pelado que los tanques saliesen a las calles y pusiesen orden en todo este carajal, que se declarase el estado de sitio y aquí paz y después elecciones (aunque no se puedan convocar en un estado excepcional como ese). Los de la caverna mediática ya habrían movilizado a todos sus lectores y oyentes para que el resto del país viviese al borde del abismo ante la inminente declaración de independencia de los díscolos catalanes y la consiguiente desmembración balcánica de España. Aznar añadiría la profesión de futurólogo a su currículum, recordándonos sus vaticinios desde todos los medios de comunicación, por no hablar de lo apretada que tendría la agenda para dar conferencias sobre "cómo mantener un país unido, con vencedores y vencidos".Pero hoy no gobierna Zapatero, gobierna Rajoy. Y aquí no pasa nada, o no nos enteramos de nada, quizás porque nuestro presidente del gobierno no sabe hablar inglés, ni francés, y a veces ni siquiera el castellano, como para pedirle que diga unas palabras en catalán aunque sea en la intimidad, mientras Artur Mas se explaya ante la prensa extranjera en la lengua de William Shakespeare, la de Víctor Hugo, la de Miguel de Cervantes y la de su gran Nación. Eso sí: ni a su pueblo ni al que no lo es, en el idioma que más le plazca, se atreve a contar, por ejemplo, si una vez independizados van a volver a la peseta, si su moneda se llamará "la pela" o "franco catalán", ni si van a constituirse, ante la imposibilidad de formar parte de la zona euro, en una especie de Suiza del sur de Europa, con sus cuatro cantones, y así, de paso, ahorrarse la incomodidad de cruzar la frontera para ingresar el famoso 3% en bancos extranjeros, y que todo quede en casa.
Quizás sea cierto eso de que da igual quién gobierne y al final todo depende, simplemente, de quien les vota y no se queda en su casa esperando a que decidan otros; de quien no piensa porque para eso les pagan a los políticos, para pensar; de quien sí piensa, pero lo hace con la parte equivocada del cuerpo y le sale hasta la bilis por la boca; o de quien ha convertido la política en el arte de la verborrea del patio de vecinos en el que todos hablan pero ninguno escucha, y el Parlamento en un Coliseo romano repleto de fieras en el que falta de todo, hasta sangre, porque ni hablando se entiende toda esta gente.