Revista Educación

Ni un instante más de lo necesario

Por Siempreenmedio @Siempreblog
Ni un instante más de lo necesario

Cuando tú naciste, hace 14 años, las cosas ya habían cambiado un poco. Me había estrenado como madre cinco años antes y, por circunstancias de la vida, tuvo que ser con una cesárea. Al principio me llevé un disgusto muy gordo, quería parir a mis hijos de forma natural y cuando el doctor me comunicó que debía ser con esta intervención fue un auténtico palo, luego me fui haciendo a la idea e intenté ver lo poco positivo que tenía. Al ser programada, no permitieron que sintiera ningún dolor por el trabajo del parto (algo muy bueno desde mi punto de vista), sabía cuándo iba a nacer mi hijo (adiós incertidumbre y nervios por no tener ni idea de en qué momento se presentaría), nada de carreras al hospital pensando que podía estar de parto... Todo muy aséptico.

Un precioso día de finales de marzo vino tu hermano. Me sentía como crucificada, así era mi posición con un brazo estirado a cada lado, uno para el suero y el otro para controlar mi tensión, si no recuerdo mal. Entre la emoción, los nervios y el frío del quirófano no paraba de temblar. Fue muy rápido y en unos pocos minutos me enseñaron a mi hijo, fueron apenas unos segundos, el niño empezó a hacer pis y se lo llevaron corriendo. No lo pude tocar, no lo pude besar, ni siquiera pude ver bien su carita hasta que pasaron 24 horas.

Lo mismo pasó con tu otro hermano, dos años después, mismo proceso excepto porque esta vez mi maravillosa matrona me lo puso al lado y me dejó besarlo y permitió que pegáramos nuestras mejillas, para mí fue un bonus track, un regalo que no esperaba después de la otra cesárea. Entre la emoción, los nervios y el frío del quirófano no paraba de hablar. A mi segundo hijo lo pude coger en mis brazos un poco antes de las 24 horas gracias a una enfermera a la que estaré eternamente agradecida.

Contigo todo fue igual, mi pequeña, pasados cinco años el proceso era el mismo, pero esta vez, de nuevo gracias a mi maravillosa matrona, sí me soltaron una de las manos y pude tocarte y besarte. Entre la emoción, los nervios y el frío del quirófano no paraba de llorar. Las cosas habían cambiado un poco pero no lo suficiente.

14 años después, parece que hemos avanzado algo, cada vez hay más profesionales que se ponen en lugar de uno y entienden que lo que más necesitan un bebé recién nacido y su madre es estar el uno con el otro desde el primer instante, ese contacto piel con piel, ese momento en el que se ven después de tanto tiempo deseando hacerlo, esos instantes de intimidad tan necesarios en los que le declaras tu amor eterno y tu devoción infinita, eso que yo no tuve hasta 24 horas después. Y no he hablado de la posibilidad de que las parejas, papás o mamás, acompañen a la madre en este proceso, algo mágico y maravilloso para los dos de lo que se ven privados por ser una cesárea. Me consta que esto está cambiando y cada vez se está humanizando más esta forma de dar a luz, así debe ser, hay que seguir trabajando para conseguirlo, para que ningún padre tenga que estar separado de su hijo recién nacido ni un instante más de lo necesario.


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