25/04/2012 7:01:26
Leyendo a Parra pronto sabemos que la impostura y sus formas se han mimetizado con las formas de la sociedad y la cultura ambiente. Ya no son un mal localizado: lo han invadido todo: se han convertido en un sistema de vida y de alguna manera somos su hechura. El amor, las instituciones, el lenguaje y los signos en general llevan dentro su virus. Como cualquiera puede ser víctima y agente de la impostura, hasta el propio poeta comprometido en la empresa de ver claro, Parra comienza por no tomarse en serio; tampoco desaprovecha la oportunidad de mortificarse a sí mismo.
DESORDEN EN EL CIELO
Un cura sin saber cómo,
Llegó a las puertas del cielo,
Tocó la aldaba de bronce,
A abrirle vino San Pedro:
«Si no me dejas entrar
Te corto los crisantemos».
Con voz respondióle el santo
Que se parecía al trueno:
«Retírate de mi vista
Caballo de mal agüero,
Cristo Jesús no se compra
Con mandas ni con dinero
Y no se llega a sus pies
Con dichos de marinero.
Aquí no se necesita
Del brillo de tu esqueleto
Para amenizar el baile
De Dios y de sus adeptos.
Viviste entre los humanos
Del miedo de los enfermos
Vendiendo medallas falsas
Y cruces de cementerio
Mientras los demás mordían
Un mísero pan de afrecho
Tu te llenabas las panza
de carne y de huesos frescos
La araña de la lujuria
Se multiplico en tu cuerpo
Paraguas chorreando sangre
¡Murciélago del infierno!»
Después resonó un portazo
Un rayo ilumino el cielo
temblaron los corredores
Y el ánima sin respeto
Del fraile rodó de espaldas
Al hoyo de los infiernos.