Año: 2018
Editorial: Autopublicado Novela (Ciencia ficción)
¿Fantasía o ciencia ficción? ¿Por qué elegir?
Pues se acabó. Con la obra que reseño hoy, Lágrimas negras de Brin, de Nicholas Avedon, damos por cerrada la sección oficial de los Premios Guillermo de Baskerville 2018. Al final han sido 85 los libros participantes, lo que significa que volvemos a batir nuestro récord. El lunes 1 daremos más detalles de esta edición, del mismo modo que explicaremos el criterio de selección seguido antes de anunciar definitivamente a los nominados el martes 2 de octubre. Pero dejemos de adelantar acontecimientos y centrémonos en la segunda novela de Nicholas Avedon.
Los viejos túneles de la ciudad de Rotterdam alumbran el despertar adolescente de una joven alma atormentada. Mientras, muy lejos de allí, una mujer madura enseña a un desconocido sin pasado el valor de la vida. En París, Ariel de Santos, un director de arte de fama mundial, conoce a la que será la mujer que le hará abandonar todo por amor, embarcándose en un viaje sin retorno a las estrellas, dejando detrás muertes y mentiras.
Tres historias de amor en tres mundos diferentes. Atravesando de lado a lado géneros como la ciencia ficción distópica, el ciberpunk o la fantasía y sumergiéndonos en el alma humana, el principio del siglo XXIII no puede ser más desolador y a la vez más fascinante.
Lágrimas negras de Brin es la continuación de 11,4 sueños luz. Cualquiera que haya leído la primera parte y empiece con la segunda, sería incapaz de decir que ambas están relacionadas de ningún modo, ya que 11,4 es una novela cyberpunk que transcurre en el siglo XXIII y Lágrimas negras de Brin se destapa como una novela de fantasía clásica de espada y brujería. La noche y el día. Los buenos lectores me corregirán con que Brin ya aparecía en la primera parte, que se trata de una especie de red social hiperrealista ambientada en un mundo fantástico a lo World of Warcraft. Pues sí, es justo ahí donde arranca este libro. Y se pasa sus buenos capítulos en este mundo fantástico hasta que recupera la trama original futurista. Conocemos a Grimm, una IA del sistema cuya única función, al menos en principio, es formar parte de Brin e interactuar con los usuarios. Carne de cañón, vamos. Y conoceremos su historia y su evolución hasta que por fin entra en contacto con los protagonistas de la primera parte. Y una vez que ocurre eso, podría decirse que empieza la continuación "real" de 11,4 sueños luz donde se quedó.
Me ha creado sentimientos encontrados esto último. Por un lado, valoro enormemente la predisposición del autor a mezclar fantasía y ciencia ficción, algo que no es nada fácil. Tal vez no haya optado por la mejor solución, pero sí que consigue un efecto de dos en uno muy potente y vistoso. Pero por otro lado me ha dejado la sensación de estar leyendo dos libros distintos que no terminan de conectar bien entre sí. La parte de Brin y la del mundo real no terminan de estar bien unidas y, aunque tienen mucho que ver, nunca llegué a verlas como partes de un mismo todo. La parte de la realidad tarda unas 100 páginas en aparecer y resulta la continuación natural de 11,4, pero la protagonizada por Gimm en ese mundo fantástico y virtual parece huérfana. No llegué a entender la importancia de la historia de Grimm si luego iba a desaparecer casi por completo de la trama, y me dio la sensación de que podía haberme ahorrado todo eso, al menos la mayor parte, cosa que hubiera agradecido en una obra con un grosor importante.
Vamos a ver, que no se confunda nadie, mi problema con Lágrimas negras de Brin ha sido estructural; me he perdido un poco con el cambio de caras de esta moneda y creo que podría haberse resuelto con menos páginas. Bien, eso es una cosa, y otra es que no me haya gustado la historia, que me ha encantado. Creo que la premisa es, sencillamente, espectacular. Incluso llega a mejorar a la primera parte, y ya es complicado. No estoy hablando solo del derroche de imaginación o la documentación que ha tenido que reunir el autor para que quede tan convincente como queda; me estoy refiriendo al ejercicio de cruzar las vidas de unos personajes tan dispares e interesantes en un medio totalmente imposible -pero, al mismo tiempo, probable-. Es una suerte de torsión narrativa que a ratos me ha conmocionado. Eso por no mencionar la amplitud de posibilidades que abre con respecto a temas tan cercanos como el control de la Inteligencia Artificial, la gestión de las colonias espaciales -en su vertiente social-, o los problemas derivados del capitalismo salvaje.
Ariel quería saber más, y Valerie estaba segura de que algún día aquel hombre la acabaría juzgando. "El futuro", pensó Valerie en voz alta mientras acariciaba el cristal que llevaba sobre el pecho. Aquella palabra rebotando en su cabeza resumía todo. Absorta, ni siquiera notó el temblor del suelo cuando la nave Veluss puso rumbo a las estrellas.
Y si en el caso de 11,4 sueños luz terminé la reseña hablando de que no se trataba de una historia autoconclusiva y eso no me terminaba de hacer feliz, con Lágrimas negras de Brin he de decir que ocurre algo parecido, pero con un "pero". En este caso, se ve mucho más claramente la función de este libro como unión entre la primera parte y una futura tercera, que no sé si será la definitiva. Y lo hace verdaderamente bien, dejando una buena sensación de boca y creando curiosidad sobre lo que está por venir. Estaremos atentos por aquí.
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Foto: Yiran Ding. Unsplash