El primer día de Mayo me lancé a la carretera
había estado mirando por la ventana casi toda la mañana
había visto la lluvia arañar los cristales
y un viento vicioso soplar veloz y fuerte
Debería haberlo tomado como una advertencia,
como una advertencia, como una advertencia,
como una advertencia.
Le di el fin de semana libre a mi enfermera
mis comidas fueron mal preparadas
Mi máquina de escribir se había vuelto muda como una tumba
y mi piano agazapado en un rincón de mi habitación
con todos sus dientes desnudos…
todos sus dientes desnudos, todos sus dientes desnudos,
todos sus dientes desnudos.
Aleluya, Aleluya
Aleluya, Aleluya
Dejé mi casa sin mi abrigo
algo que mi enfermera no habría permitido
y tomé los pequeños caminos fuera de la ciudad
y pasé una vaca y la vaca era marrón
y mi pijama se me pegaba como una mortaja…
como una mortaja, como una mortaja,
como una mortaja.
Allí se alzaba ante mí una pequeña casa
con toda la esperanza y los sueños guardados en su interior
Una voz de mujer junto a mi oído
dijo: “¿por qué no entras aquí?
Pareces calado hasta los huesos…
hasta los huesos, hasta los huesos,
hasta los huesos”.
Aleluya, Aleluya
Aleluya, Aleluya
Me volví hacia la mujer y la mujer era joven,
le ofrecí un saludo de corazón
pero sé que si mi enfermera hubiera estado aquí
ni en un millar de años me habría
permitido aceptar esa invitación…
invitación, esa invitación,
esa invitación.
Puede que pienses que es inteligente arriesgarlo todo,
lanzar la precaución contra el viento imprudente
Pero con su chocolate caliente y su medicación
mi enfermera había sido mi única salvación
Así que me volví a casa…
Me volví a casa, me volví a casa,
cantando mi canción
Aleluya, Aleluya
Aleluya, Aleluya
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