Revista Comunicación
El cielo de los gatos tiene un angelito más desde esta tarde. Si me lo hubieran dicho con más tiempo, podría haber avisado, y haberte enviado con carta de recomendación. Contando cosas como que eres muy bueno, pero también cabezota y bruto. Que no te gustan los ruidos altos, que protestas si alguien te despierta a deshoras y que los langostinos siempre son bien recibidos. Contando que eras pequeñito cuando llegaste a mi casa, y que desde el principio demostraste tener mucho carácter pero ser también amoroso, suave y acaparador como sólo los gatos pueden serlo. Que te gusta cazar moscas, tumbarte boca arriba y beber agua del grifo, que el juego nunca fue tu fuerte pero que eres capaz de contestar con un miau si te hablan y que el único momento en el que le hiciste caso a la tele fue durante la final del mundial. Te sentaste mirando la pantalla como si supieras. Porque sabías.
Quizás la decisión más difícil que he tenido que tomar nunca ha sido la de decirte adiós, la de dejar que te durmieran, mientras me mirabas desde el transportín. Tu carita me acompañará siempre. Estabas asustado, pequeño, y ni siquiera eras ya tú. Anoche te abracé de verdad por última vez y aunque tu cara era tu cara, ya no eras el mismo. El dolor te podía, la imposibilidad de moverte te asustaba y la incertidumbre que se veía en tus ojos me destrozaba a mí.
Y así estoy. Destrozada, literal y metafóricamente. No eres el primer animal al que pierdo pero sí el más especial, aunque todos, al final, lo sois de algún modo. Pero has estado a mi lado muchos años, has visto mucho de mí y me has acompañado en buenos y malos ratos. Ahora mismo diría que no sé cómo me voy a enfrentar a mañana por la mañana sin que salgas a pedir el desayuno, como me voy a meter en la ducha sin que ocupes tu puesto en el lavabo o como voy a soportar llevar tantas fotos tuyas en el móvil. Pero hay que hacerlo, es lo que toca. Y hay cosas peores, como dirán aquellos que no entienden lo que es perder a tu mascota, a tu amigo, a una parte de tu vida que se queda para siempre atrás. Sí, claro que hay cosas peores, pero es que este dolor está reservado a los que sabemos también que en un animal hay consuelo, hay cariño, hay amistad, hay compañía, hay risas, hay tantas cosas que siempre, incluso en días como hoy, merecerá la pena.
Buen viaje, pequeño. Te echo de menos.