Aunque la imagen popular del científico loco sea la de un malvado psicópata que usa sus conocimientos para exterminar o dominar la humanidad, los verdaderos científicos locos son aquellos que se utilizan como ratas de laboratorio, normalmente con buena intención. Un ejemplo es el ganador del premio Nobel Barry Marshall, quien se bebió un cultivo de H. Pylori, causante de las úlceras de estómago.
Décadas antes, en los años 20, Nicolae Minovici (1868-1941), profesor de ciencia forense del Colegio Estatal de Ciencia de Bucarest decidió estudiar la muerte por ahorcamiento. Para ello, construyó un dispositivo que le permitiera ahorcarse poniendo la soga colgada del techo. Se acostó en una camilla, se puso la cuerda alrededor del cuello y tiró desde el otro extremo. La soga se apretó, su cara se volvió entre roja y púrpura, su visión se volvió borrosa y escuchaba un silbido. Solo tardó 6 segundos en empezar a perder la conciencia, obligándolo a parar.
En la siguiente fase participaron sus ayudantes. El proceso era el mismo: levantarse varios metros del suelo mediante la soga y tirando del otro extremo, solo que eran los ayudantes quienes tiraban y él continuaba siendo el sujeto de experimentación. Al alzarlo, cerró inmediatamente los ojos mientras se cerraban las vías respiratorias y hacía señas para que lo bajaran.
Al principio, solo duraba unos segundos, pero la práctica le permitió durar 25 segundos balanceando la cabeza En el último experimento, se ató la soga más fuerte alrededor de su cuello. En el mismo instante en el que lo subieron, notó un dolor ardiente en el cuello que le obligó frenéticamente a sus ayudantes a detenerse. Solo duró 4 segundos y ni siquiera levantó sus pies del suelo, pero el suceso impidió a Nicolae tragar bien durante un mes.
Su carrera posterior no fue tan masoquista. Desarrolló interés por el arte popular rumano y fundó un museo qu se conserva en la actualidad. Era partidario de las organizaciones médicas de beneficiencia. Estableció servicios médicos y la primera ambulancia en los Balcanes, financiándolo durante años con su dinero.
Fuente: Mad science museum