De las sencillas pero atractivas paredes de ladrillo del Collegium Novum en la Universidad Jaguelónica de Cracovia, cuelga una pintura de gran formato firmada por el pintor polaco Jan Matejko que, en la humilde opinión de este aficionado, no resalta por su estilo ni por su realización.
Si acaso llama la atención la actitud sorprendida del protagonista, el monje cristiano Nicolás Copérnico, que más parece un pastorcillo pillado en una travesura que un respetable astrónomo, y la luz, la brillantez de un rayo que apunta al joven desde las alturas.
Por algo será que la obra en cuestión lleva el nombre de Astrónomo Copérnico-Conversaciones con Dios. El hombre, casi de rodillas y mirando a la fuente de luz, está rodeado de instrumentos científicos, libros, escuadras y, en su mano izquierda, un compás para trazar círculos. La derecha está extendida sobre un diagrama, como si quisiera protegerlo de la luz.
En ese dibujo se observa una serie de círculos concéntricos, cada uno con su nombre y, en el cuarto desde el centro, un punto negro que resalta fácilmente. La imagen representa al heliocentrismo, la teoría avanzada por Copérnico en el que ponía al Sol en el centro del Universo, y a los planetas en movimiento a su alrededor.
Ahora sabemos que el heliocentrismo no es precisamente exacto, pero el haberle quitado a la Tierra su puesto central, haberlo puesto en movimiento y, especialmente, haber basado sus conclusiones en la evidencia observable y no en ideas preconcebidas o tradiciones, dieron pie al inicio de la Revolución Científica.
Hoy, 24 de mayo, se cumplen 472 años de la muerte de Nicolás Copérnico, nacido un 19 de febrero 70 años antes en la localidad de Toruń, en Polonia. El cuarto vástago de un rico comerciante de metales y de una aristócrata, no le faltarían oportunidades para el estudio ni para su ascenso en la sociedad. Aún así, fue su tío materno, Lucas Watzenrode, quien tomaría al joven bajo su tutela y quien se encargaría de su educación universitaria, primero en la Universidad de Cracovia (actualmente la Jaguelónica mencionada arriba), y luego en Bolonia y en Padua.
En la primera se matriculó en la Facultad de Artes en 1491, aunque ya inició sus estudios matemáticos y astronómicos, incluyendo los escritos de clásicos tales como Aristóteles y su Teoría de Círculos Egocéntricos, a Euclides, y el modelo de epiciclos utilizado por Claudio Ptolomeo para explicar las variaciones de velocidad y dirección en el movimiento de los planetas.
Pero para un hombre como Watzenrode, cuyos objetivos políticos se entremezclaban con los religiosos, el camino a seguir pasaba incuestionablemente por colocar a sus familiares en las posiciones adecuadas. Por ello, en 1496 y antes de que Nicolás consiguiese un título universitario, Watzenrode le llamó junto con su hermano Andrew, también estudiante en Cracovia, para que ocupara una canonjía en el crucial arzobispado de Warmia. No obstante, problemas burocráticos impidieron tal acción, y el tío envió a sus sobrinos a Boloña a continuar sus estudios en Derecho Canónico.
Nicolás se distinguió como estudiante y al final obtendría un doctorado en Boloña, pero no desperdició la oportunidad de continuar sus observaciones astronómicas, en aquella ciudad, bajo la tutela del astrónomo Doménico María Novara, un conocido seguidor del Platonismo. Con Novara, Copérnico observaría la ocultación de la estrella Aldebarán por la Luna el 9 de marzo de 1497, un evento que tendría considerable influencia en la postulación de su teoría unos años más tarde. En 1500, en Roma, también observó el eclipse
lunar en la noche del 5 al 6 de noviembre, y comenzó a ser conocido como un reputado conferencista científico.En 1501 los hermanos Copérnico regresaron brevemente a Warmia, sólo para recibir una extensión de sus permisos y becas antes de volver a Padua, Italia, donde Nicolás llevaría a cabo durante los dos años siguientes sus estudios de medicina.
De vuelta en Polonia en 1503, Nicolás entró al servicio de su tío, nombrado cuatro años antes Príncipe-Obispo de Warmia, una región entonces semi-independiente pero oficialmente bajo la tutela compartida de la Orden Teutónica y del rey polaco.
Sus obligaciones eran principalmente la atención médica del Obispo, pero este en muchas ocasiones lo enviaba como su representante político ante diversas cortes, además de asignarle tareas burocráticas. Nicolás no dejó de observar el firmamento en su ratos libres, ni de escribir libros en materias tan variadas como la economía, la medicina, la literatura clásica y las matemáticas, lo que lo convierte ante nuestra mirada en un verdadero Hombre renacentista, políglota, polimatías, esto es, alguien versado en muy variadas disciplinas. No obstante, fue la astronomía la que le dio el billete a la eternidad.
En la primera mitad de la década iniciada en 1510, Copérnico se estableció permanentemente en Frombork. Ahí, y en esos mismos días, hizo sus primeras anotaciones sobre su Teoría Heliocéntrica, y ya en 1514, aparece la primera copia empresa en Cracovia, aunque el científico sólo la distribuyó entre selectos amigos para su discusión. Aparentemente, su hipótesis se basaba en la observación del movimiento retrógrado de los planetas dependiendo de la época del año, que no concordaba con la idea de que la Tierra era el centro del Universo. No soy un científico, pero permitidme el atrevimiento de intentar explicarlo.
Es fácil observar el movimiento retrógrado de mercurio y Venus debido a que se encuentran entre el sol y la Tierra. Si nos fijamos en uno de estos planetas cuando están del mismo lado del sol que el nuestro, veremos que viajan en la misma dirección alrededor del Sol, de izquierda a derecha. Sin embargo, cuando uno de ellos están en el lado opuesto de nuestra estrella desde nuestro punto de observación, parece que va en la dirección contraria, o retrógrada.
Por supuesto los planetas no cambian de dirección y el aparente movimiento retrógrado no es más que una ilusión óptica. Algo más complicado es explicarlo cuando observamos los planetas que están más alejados del Sol que nuestra Tierra. Marte, por ejemplo, en una época dada de nuestro año, viaja en la misma dirección que nosotros. Sin embargo, ya que la Tierra orbita más cercana al Sol, su traslación es aparentemente más rápida, y llega un momento en el que Marte parece detenerse desde nuestro punto de vista, y luego incluso viajar en la dirección opuesta. Aquí os dejo el gráfico que, en mi opinión, mejor demuestra lo que intento explicar.
En todo caso, el movimiento retrógrado de los planetas, junto con el de otros astros con respecto al nuestro, ayudó a Copérnico a desarrollar su teoría, estableciendo al Sol como el centro del Universo, y alrededor del cual se movían el resto de cuerpos celestiales. Añadió, además, su sugerencia de que la Tierra rotaba sobre su propio eje, algo ya mencionado por algunos astrónomos de la antigüedad, lo que explicaba en parte el por qué el Sol parecía moverse de este a oeste en nuestro firmamento. En su obra magna, Copérnico estableció siete postulados:
- No hay un centro de todos los círculos o esferas celestes.
- El centro de la Tierra no es el centro del Universo, sólo de la gravedad y de la esfera lunar.
- Todas las esferas giran alrededor del Sol como su epicentro, y por ello el Sol es el centro del Universo.
- La proporción de la distancia de la Tierra desde el Sol comparada con la altura del firmamento (la esfera celeste más externa que abarca las estrellas) es mucho más pequeña que la proporción del radio de la Tierra a su distancia desde el Sol, que la distancia de la Tierra al Sol es imperceptible en comparación con la altura del firmamento.
- Cualquier movimiento que aparece en el firmamento se deriva no del movimiento del cielo, sino del movimiento de la Tierra. Esta, junto con sus elementos adyacentes, realiza una rotación completa sobre su propio eje fijo en un movimiento diario, mientras que el firmamento y el cielo más alto permanecen inamovibles.
- Lo que a nosotros nos parece como movimiento del Sol, se deriva no desde su movimiento, sino del de la Tierra y su esfera, que gira alrededor del Sol como cualquier otro. La Tierra tiene, entonces, más de un movimiento.
- El aparente movimiento retrógrado y el movimiento directo de los planetas se deriva no de su movimiento, sino del de la Tierra. Así, el movimiento de la Tierra por sí solo es suficiente para explicar las aparentes desigualdades en los cielos.
Cómo mencioné anteriormente, el borrador de 1514, titulado como Breves Comentarios, sólo llegó a manos de algunos elegidos, y no tanto por miedo a la iglesia, sino porque Copérnico quería recibir comentarios antes de su publicación final. Respecto a este tema, existe al menos la carta de un obispo en Roma quien le alentó no sólo a publicar sus conclusiones, sino a continuar sus investigaciones.
Pero el astrónomo esperó hasta 1543, poco antes de su muerte, para finalmente publicar su obra maestra, Dē revolutionibus orbium coelestium (Sobre el movimiento de las esferas celestiales). El libro fue recibido con más cautela que rechazo en un principio, dada su natural complejidad, pero con el tiempo llegó a manos de aquellos que defenderían y confirmarían las teorías de Copérnico, hombres como Tycho Brahe, Johannes Kepler y Galileo Galilei, quien provocaría el enfrentamiento con la iglesia católica dada su mayor popularidad.
En la actualidad sabemos que el Sol no es el centro del Universo, y entendemos conceptos como el de la gravedad que Copérnico apenas conocía. La principal herramienta del astrónomo, el telescopio, estaba aún en su infancia, nada comparable con la tecnología óptica actual (por cierto, si a alguien le interesa hacerse con un buen instrumento, os recomiendo a mis amigos de Telescopiomanía, que os ofrecerán un descuento).
Ahora bien, el legado de Copérnico va más lejos que la Teoría Heliocéntrica o la astronomía. Su más loable contribución a la ciencia, fue contagiar a sus sucesores de lo que siglos más tarde se conocería como el Método Científico, esto es, basar la investigación no en ideas preconcebidas, sino en la observación, la experiencia y la evidencia. Nicolás Copérnico descubrió que la tierra se movía alrededor del Sol y lideró la Revolución Científica. Por ello, bien puede ser considerado, en mi humilde opinión, el hombre que dio movimiento al mundo.
Fuente: Ciencia Histórica.