Nicolás Maduro anunció que aumentará el salario mínimo profesional y habrá inversiones en el sector público para reducir el 6% de paro en Venezuela
VENEZUELA.-Algo no cuadra en las tendencias políticas y económicas de Venezuela en comparación con las medidas de austeridad impuestas en Europa a los países Mediterráneos. Mientras en España, Portugal, Grecia o Italia se reducen los gastos y el empobrecimiento de la clase media (la poca que queda) es la tónica general en la política financiera de estos países, las primeras medidas económicas del ahora electo presidente de Venezuela Nicolás Maduro, consisten en un incremento escalonado de 38 a 45% del salario mínimo como medida para fortalecer el poder adquisitivo de los venezolanos, y mayores inversiones del sector público para combatir el desempleo de 6% en el país. Recordemos que en España es de un alarmante casi 27%. Muchas son las lagunas que existen en torno a la figura de Maduro y del legado del chavismo en Venezuela, algo que tras las elecciones se ha acentuado con mayor claridad. Los desbarajustes económicos y financieros, el descontrol por la entrada de divisas al país, los problemas de abastecimiento (especialmente preocupante en el caso eléctrico) y la inseguridad que azota a los venezolanos son los retos más importantes a los que ha de hacer frente el nuevo presidente. Y para ello no valen apariciones chavistas en forma de pajaritos. Pero invertir y fortalecer la capacidad económica de los venezolanos para dinamizar la economía (pese a los propios riesgos de las limitaciones de un sistema económico que necesita seguir creciendo ilimitadamente para poder subsistir), son pasos seguros para una estabilidad nacional. Al menos, sabemos que, si tenemos presente la experiencia de ajustes criminales de Europa y la inutilidad de las mismas, la tendencia a la inversa que está adoptando Maduro, probablemente no sea peor que lo que sucede por ejemplo en España. Hoy hemos conocido que el FMI pronostica más paro y recesión para España en 2013 y 2014, de modo que no es de extrañar que muchos españoles se pregunten en qué medida les ha favorecido (si es que lo ha hecho) tener que afrontar los recortes y medidas de ajuste que han deteriorado de manera extrema la calidad de vida de los ciudadanos y el estado de bienestar común.