Y la filosofía se hizo cómic. Nada menos que Michel Onfray, el autor del excelente ensayo Tratado de ateología, firma el guión de esta biografía de un filósofo tan popular como poco conocido. Lo primero que me deslumbra, al abrir el volumen, son los dibujos de Maximilien Le Roy, que enmarcan el pensamiento de Nietzsche en una atmósfera fascinante. Los paisajes de los lugares en los que vivió el filósofo son un marco excelente para exponer unas gotas de sus ideas, las más importantes. Luego me informo un poco acerca de las circunstancias en las que fue concebido este cómic y me entero de que el dibujante viajó expresamente a los lugares que retrata. El mensaje es diáfano: el ambiente en el que uno se mueve puede influir en el propio pensamiento.
Además de ser una excelente introducción a la filosofía de Nietzsche, el cómic es una manera de reivindicar su auténtico pensamiento, que ha sido manipulado a través de los años para servir de base prestigiosa a ideologías infames como el nazismo. Nietzsche nunca fue un antisemita, solo atacaba la raíz judía de la religión cristiana. Tampoco hubiera apoyado nunca la ideología de Hitler. Fue su hermana Elisabeth, que más tarde sería amiga de Adolf Hitler, la que manipuló sus escritos para hacerlos coincidir con su propio pensamiento totalitario, en el que la voluntad de poder no es más que el dominio de unos hombres superiores sobre el resto. Elisabeth hizo tan bien su trabajo que hoy día el filósofo alemán sigue siendo identificado con el pensamiento nacionalsocialista.
Si bien lo que más puede llamar la atención del pensamiento de Nietzsche a nivel popular es su alegato contra la religión y el concepto de superhombre, lo más interesante del personaje - y lo que muestra repetidamente Onfray - es su intento de vivir conforme a su filosofía, lo cual implicaba unas enormes dosis de soledad. Wagner, Lou Andreas-Salomé o Paul Rée fueron quedando atrás y al final lo único que la única realidad fue el eterno retorno de la locura. Los dibujos de Le Roy en torno a este mal que fue invadiendo paulatinamente la mente de Nietzsche son verdaderamente estremecedores, otra de las razones para asomarse a esta obra redonda, que nos hace contemplar al filósofo con un prisma totalmente original.
Aquí unas gotas de pensamiento nietzscheano, formulado mientras recorre la basílica de San Pedro junto a Lou Andreas-Salomé:
"El principio es el fin porque al comienzo está el eterno retorno que, como tal, se encuentra también en el medio y al final. Todo es fatalidad, necesidad, nada se elige. El libre albedrío es una invención de los curas para vengarse y castigar. El devenir es pura inocencia, como un niño... Partiendo de eso, estamos rodeados de ficciones.... Ficciones de la virtud, de la justicia, del amor al prójimo... Ficción de la moral, pues nos situamos más allá del bien y del mal. La voluntad de poderío, ¡he aquí la fuerza que mueve la realidad! Dios ha muerto, Dios ha muerto, creáme. Dios ya no es necesario: no hay más que eterno retorno de las cosas y voluntad de poderío..."