Resulta que si acercas un mechero a una bola de nieve, compacta y redondita, se produce un fenómeno hasta curioso. Tan curioso que los terraplanistas, conspiranoicos nivel master y otras formas de vida alteradas toman como algo perverso. Los que no andamos muy puestos en los caprichos de la física pensaríamos que la nieve se derretirá y acabará formando un bonito charco en la alfombra. ¡Pues no! Aquí entra en juego una de esas cosas que tiene la ciencia cuando roza la
Mágia de Juan Tamariz y te deja boquiabierto. El agua sencillamente desaparece. ¿Brujería? No, de eso nada, el efecto se llama sublimación. Sucede cuando el agua pasa de cubito de hielo a estado gaseoso, sin pasar por el estado líquido. Eso se debe a que el calor del mechero está tan concentrado en un punto que resulta suficiente para evaporar el agua del punto donde incide. El agua se evapora y deja un rastro negro como de hollín como consecuencia de los resíduos que deja la combustión del gas del mechero (contaminación le llamamos habitualmente). Si rebuscamos un poco por la etimología todo
queda más claro, la palabra “sublimación” proviene del latín sublimare que quiere decir “elevarse” o “remontarse hacia lo alto”. Pero claro, nos empeñamos en decir que eso no sirve para nada en el cole y después pasa lo que pasa, la sociedad entra en un proceso de descerebrización un tanto alarmante. Todos hemos visto un vídeo que va circulando por esos cibermundos en el que una señora intenta demostrarnos que lo de la borrasca Filomena no es más que una trampa y que llueve corchopán.
Parece increíble pero cada vez nos ocurren más estas cosas, creemos lo que queremos creer. Nos encargamos de montar toda un explicación paralela y la vendemos como la verdad absoluta haciendo bueno aquello de Groucho
Marx cuando decía “ ¿A quién va a creer, a sus propios ojos o a mi?”. No nos fiamos de nadie ni de nada en una sociedad en la que nos todos los días confiamos en que el Taxista nos llevará donde le pedimos, de que el médico nos curará (o lo intentará) o de que el policía no nos atracará. En una sociedad que se construye sobre la confianza de unos en los otros esto de montar las verdades que cada cual quiera hacer ver basándose en la negación de lo obvio resulta peligroso. Empezamos viendo plástico en las nevadas, seguimos pregonando que la tierra es plana y acabamos asaltando el Capitolio. ¿Lo próximo? Igual nos da por salir a la calle a buscar y quemar brujas o hacer demasiado caso a alguno de los gurús que se visten de simpáticos y que pueden acabar haciendo un remake de los totalitarismos del S.XX. ¿Exagerado? Tu deja ir a los Trumps, Abascales, Bolsonaros, Obanes, Putins y toda la cohorte de ejemplares que andan sueltos y verás como también acaban sublimando todo lo que teníamos.
Vete tu a saber que será lo próximo, igual que esto nos lo mandan los extraterrestres para preparar la invasión. Sea lo que sea, tranquilizador eso no resulta. Y más todavía en plena temporada de pandemia en la que todo es
“raro” y andamos todos desconcertados empezando un año en el que habíamos puesto muchas ilusiones pero que ya se me está haciendo largo con tanto pregón de las trompetas del Juicio Final. La tercera ola, la llegada de Filomena o el precio inalcanzable para demasiada gente al que se ha puesto la luz o hasta la NASA anunciando la llegada del enésimo meteorito destructor allá para el mes de Mayo (otra vez). A mí el año ya se me está haciendo largo.