Revista Viajes
Madrid entero se había despertado temprano para subir con el coche a Navacerrada; Madrid entero estaba aparcado cuando llegamos nosotros al último rincón donde pudimos dejar el coche; Madrid entero jugaba con la nieve al lado mismo de los motores y el queroseno.
Así pues, los montañeros recorrimos de punta a punta el amplísimo aparcamiento para dirigirnos hacia los Emburriaderos; aún convivimos con diferentes grupos de personas que aventuraban sus zapatillas entre la nieve y el azul del cielo. Abajo, muy abajo quedaba ya la carretera repleta de coches sin poder moverse un metro; abajo, los conductores estaban nerviosos; arriba, los montañeros pisaban crestas y nieve en los Emburriaderos.
La cumbre de la Bola del Mundo está con estas construcciones desde 1959. Fue un importante repetidor de televisión para amplias zonas: ambas Castillas, Aragón y Extremadura. Hoy este “cohete de Tintín” está discutido. Los montañeros posan ante las instalaciones de la Bola del Mundo, mientras esperan el reagrupamiento con los otros compañeros antes de continuar la marcha.
Muchas personas concluyen aquí su marcha y abandonan el esfuerzo de la cumbre, todos sonreímos desde este impresionante mirador. Los montañeros hacemos una pausa para saludar al lejano Pico del Moro Almanzor en las nevadas cumbres de Gredos, la Serrota, la Paramera y las altas tierras de Ávila. Continuamos montaña arriba buscando el Alto de Guarramillas (conocida como Bola del Mundo). ¡Por fin ha nevado un poco este invierno por estas cumbres! Con la nevada, los senderos de otrora se han desdibujado; los montañeros marcamos una línea recta hacia la cumbre y caminamos despacio, con el sentimiento de que el tiempo cambia su ritmo entre el sosiego y el pensamiento.
Cercanos ya al Collado del Piornal, los montañeros hacemos una pausa para admirar la grandiosa calma del Ventisquero de la Condesa y la Cuerda Larga. La admiración está presente a diario en la vida humana y cuando ésta se pierde, el corazón se encoge.
La Bola del Mundo brilla entre la calma y el cielo. Junto a su vértice geodésico se reagrupan los montañeros. Las fuerzas también están escalonadas: para algunos es el punto de regreso, otros seguirán hacia Valdemartín y aún Cabezas de Hierro, nosotros continuamos hasta el Collado del Piornal en un suave descenso. El Collado quiere ser cumbre y esconde sus piornos bajo la nieve.
Los montañeros tenemos el corazón animado de futuro y libertad; los montañeros continuamos ascendiendo hacia La Maliciosa, en nuestra mochila va calando el sosiego de los días próximos, la calma silenciosa de la nieve y de las cumbres, el dolorido lamento de la tragedia humana se hace brillo de nieve y de esperanza y queremos ¡ay! transformar la tierra entera en cumbre libre de montaña.
Llegamos a la cima de La Maliciosa. Hoy son muchos los montañeros que buscan cumbres y nieve. Mi fatigada sonrisa está tapando la Bola del Mundo; a la derecha de quien observa se extiende el espacio cóncavo del Ventisquero de la Condesa, lugar de nacimiento del río Manzanares; continúa la nieve sobre la Cuerda Larga.
La cima de la Maliciosa tiene vistas de nieve y de agua, de trinos y de silencios, de jardines y de cemento, de dolor y de mentiras; palpita la cima entre la angustia, la tristeza y la pena; palpita la cima aire de paz, de caricias, de portento creador.
Javier Agra.