Revista Filosofía
"Sobre el hombre"
Y entonces quiso meter la cabeza a través de las últimas paredes, y no sólo la cabeza,- quiso pasar a «aquel mundo». Pero «aquel mundo» está bien oculto a los ojos del hombre, aquel inhumano mundo deshumanizado, que es una nada celeste. El vientre del ser no habla en modo alguno al hombre, a no ser en forma de hombre.
Una nueva voluntad enseño yo a los hombres: ¡querer ese camino que el hombre ha recorrido a ciegas, y llamarlo bueno y no volver a salirse a hurtadillas de él, como hacen los enfermos y moribundos!
Enfermos y moribundos eran los que despreciaron el cuerpo y la tierra y los que inventaron las cosas celestes y las gotas de sangre redentoras ¡pero incluso estos dulces y sombríos venenos los tomaron del cuerpo y de la tierra!
De su miseria querían escapar, y las estrellas les parecían demasiado lejanas. Entonces suspiraron ¡Oh, si hubiese caminos celestes para deslizarse furtivamente en otro ser y en otra felicidad! - ¡entonces se inventaron sus caminos furtivos!
Estos ingratos se imaginaron estar sustraídos a su cuerpo y a esta tierra. Sin embargo, ¿a quién debían las convulsiones y delicias de su éxtasis? A su cuerpo y a esta tierra.
Mucho pueblo enfermo ha habido siempre entre quienes poetizan a los dioses. Odian con al hombre del conocimiento y a aquella virtud, la más joven de todas, que se llama: honestidad.
Pero cosa enfermiza es para ellos el cuerpo: y con gusto escaparían de él. Por eso escuchan a los predicadores de la muerte, y les creen
Es mejor que oigáis, hermanos míos, la voz del cuerpo sano: es ésta una voz más honesta y más pura.
Una virtud terrena es la que yo amo: en ella hay poca inteligencia, y lo que menos hay es la razón de todos.
Pero ese pájaro ha construido en mí su nido, por ello lo amo y lo aprieto contra mi pecho. Ahora incuba en mí sus áureos huevos.
Así debes alabar tu virtud.
En otro tiempo tenías pasiones y las llamabas malvadas. Pero ahora no tienes más que tus virtudes: han surgido de tus pasiones.
Pusiste tu meta suprema en el corazón de aquellas pasiones, entonces se convirtieron en tus virtudes y alegrías.
Y aunque fueses de la estirpe de los coléricos o de la de los lujuriosos, o de los fanáticos de su fe o de los vengativos:
Al final todas tus pasiones se convirtieron en virtudes y todos tus demonios en ángeles.
En otro tiempo tenías perros salvajes en tu mazmorra: pero al final se transformaron en pájaros y amables cantoras.
De tus venenos has extraído tu bálsamo. Y ninguna cosa malvada surgirá ya de ti en el futuro, a no ser el mal que surja de la lucha de tus virtudes.
Hermano mío, si eres afortunado tienes una sola virtud, y nada más que una. Así atraviesas con mayor ligereza el puente.