Revista Educación

Nikolsdorf

Por Siempreenmedio @Siempreblog

Nikolsdorf

19 agosto 2013 por Naima Tavarishka

No le iba a dar tiempo de llegar a la siguiente parada fijada en su viaje antes de la medianoche y optó por buscar el primer pueblo en el camino en el que encontró alojamiento. Nikolsdorf  fue la opción que se le presentó y allá fue directo, sin saber qué habría allí, en aquel pequeño enclave de apenas 900 habitantes en medio del Tirol austriaco.

Nikolsdorf

El calor llevaba persiguiéndolo desde Viena y los 30 grados lo acompañaban como su propia sombra, incluso hasta de noche. Así que en cuanto el GPS le comunicó que había llegado a su destino, bajó su maleta y entró aprisa en aquella casona de nombre impronunciable: Tschitscher. Venía pensando solo en una buena ducha y lanzarse en plancha en el colchón, pero el dueño de aquel hotelito familiar lo embaucó en una conversación de la que no pudo escapar. Primero, a regañadientes, y a medida que pasaba el tiempo aquella charla fue como una droga dura de la que no podía escapar y que le generaba un adictivo bienestar.

Aquella gran casa de siete habitaciones había pertenecido a cada una de las cuatro generaciones anteriores, desde su tatarabuelo, un diputado regional de la ciudad de Lienz de finales del siglo XIX, a su bisabuelo, su abuelo, su padre y ahora a él, Dieter, un periodista especializado en turismo y naturaleza. Este llevaba con gran acierto aquel negocio de armarios repletos de juegos de mesa, amplia selección de música en las habitaciones, paredes vestidas de imágenes antiguas, terraza con vistas a los Dolomitas y un entorno rural maravilloso.

El viajero, aunque cansado, encontró en su casero a un magnífico conversador mientras compartía con él una cerveza. De pronto miró su reloj, pasaban las once de la noche, y se retiró a descansar. Al día siguiente llamó a su jefe y le dijo que alargaría una semana más sus vacaciones, al término de la cual volvió a hacer lo mismo y se autodespidió, sin más explicación que la de “he encontrado algo muy grande”. No quería volver a su casa ni a su rutina diaria y decidió que Nikolsdorf iba a ser a partir de ese momento su hogar.

Han pasado diez años desde entonces y al menos diez viajeros más como él han cambiado su residencia por el pueblito austriaco de misteriosa atracción. En varios informativos locales hablan de un insecto que en los meses de verano ha podido inocularles un virus que extrañamente los induce a vivir allí, en Nikolsdorf. Nadie hasta ahora ha dado con la vacuna que consiga neutralizar su afirmación diaria de que aquel es el mejor lugar del mundo.


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