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revisados y ampliados, además de poemas y algunos textos inéditos.
Daniel Díaz, además de taxista, es un escritor realmente bueno, no solo porque sus frases estén cargadas de ritmo, destilen poesía, contengan metáforas geniales y utilice el lenguaje a su merced, sino también, y muy importante, porque es capaz de transmitir mil sensaciones con tan solo unas pocas palabras.
En este libro hay algo más que anécdotas de taxi. Se trata de una sucesión de personajes que pasaron, sin saberlo, de ser usuarios anónimos a personajes de novela. Una simple frase o una mirada dan rienda suelta a la imaginación del conductor para relatarnos una historia genial o un cuento inventado. Su taxi, según él, es algo así como un teatro al revés, en el que el escenario se mueve mientras los personajes permanecen inmóviles.
Genial, altamente recomendable.
Y, como muestra, uno de mis preferidos, de esos que te dejan sin palabras momentáneamente, y con música de fondo incluida...
Síndrome de Stendhal
Sunday 3 September 2006 [ 21:50 ]
Sábado por la noche, un día de trabajo de perros, de esos que no te detienes ni para escupir todo el talento que te sobra, y se monta una chica joven, muy guapa, de esas bellezas que duelen (me lo chivó mi espejo retrovisor), y la tersura de su piel bien podría ser intocable, que se deshicieran las yemas de losdedos, que se borraran las huellas dactilares… y esos ojos como cielos sin techo borrachos de miel, con la mirada perdida, en lo más profundo de su propio instante. Era tímida, como mis fantasías.
Entonces llegó el gran momento. Al culminar la rotonda de la Puerta de Alcalá en dirección al centro se extendió una imagen mil veces vista pero nunca de aquella manera: la plaza de Cibeles, iluminada, con poco tráfico, y a lo lejos esa esquina con Gran Vía, el edificio Metrópoli, y de fondo sonaba “Eye in the sky”versioneado por Noa, con esa voz, y una de esas mujeres que quitan el sueño en mi espejo retrovisor que no hablaba, ni yo tampoco, pero que seguro entendía lo que estaba pasando, ese Síndrome de Stendhal del que aun no he sido capaz de recuperarme. Ansiedad, sudores fríos, pérdida de visión momentánea como consecuencia de lo que científicamente se identifica como “sobredosis de belleza”.
Poco después ella me ordenó parar, pagó la carrera y se marchó. En ningún momento me miró directamente a los ojos. Mejor para mis lágrimas.
¡Lo quiero!