Revista Economía
Cuando estamos atravesando por dificultades económicas o nos planteamos el objetivo de ahorrar más, lo primero que se nos pasa por la cabeza es recortar gastos. Esto, en principio, no es una mala idea, pero antes de ponernos a trabajar como locos para arañar de aquí y de allá deberíamos estimar cuál va a ser el ahorro que nos va suponer cada una de nuestras decisiones, ya que en algunos casos merecerá la pena el esfuerzo y en otros no.
En lo referente al ahorro o a la búsqueda de nuevos ingresos debemos tener siempre presente la idea de que “ningún perro lamiendo engorda”. Es decir, debemos empezar a orientar nuestros esfuerzos hacia las cosas que nos reporten mayor ahorro o beneficio y no andar buscando huesos que lamer, ya que ésto solamente nos supondrá una pérdida de tiempo y de mejores oportunidades.
Veamos algún ejemplo. Seguro que habremos oído muchas veces que para ahorrar en electricidad tenemos que apagar completamente los aparatos que se quedan en stand-by, ya que siguen consumiendo electricidad aunque no estén funcionando. Bien, esto es verdad, pero vamos a ver cuánta electricidad consumen y cuál sería nuestro ahorro. Un televisor, por ejemplo, consume alrededor de 3 W cuando está en stand-by. Teniendo en cuenta que el precio actual de la electricidad es de unos 0,14 €/KW.h, si tenemos el televisor en stand-by durante un mes seguido, nos costaría lo siguiente:
(3/1000)*0.14*24*30=0,30 €
Un cargador del móvil, cuando está enchufado, también consume electricidad aunque no se esté utilizando. El consumo varía entre 0,03 W y 0,5 W. Si cogemos un cargador de consumo medio (0,2 W) y calculamos el coste de tenerlo enchufado durante un mes, obtendríamos…
(0.2/1000)*0.14*24*30=0,02 €
Como podemos ver, los ahorros son impresionantes… Algunos aparatos, para poder apagarlos completamente, hay que desenchufarlos o instalar una regleta con interruptor. Si cogemos el coche, nos vamos al supermercado, compramos la regleta y la instalamos únicamente para este fin, seguramente tardaremos años en recuperar el dinero que nos hemos gastado y en economizar el CO2 que hemos emitido en todo este proceso.
Otro ejemplo que representa perfectamente la idea del artículo son las personas que, por su tacañería o su avaricia, acaban ganándose el recelo o la enemistad de los demás simplemente por mantener unos cuantos euros en su bolsillo, sin darse cuenta de que el beneficio que obtienen por ello es ridículo y la pérdida, en cambio, es infinitamente más importante.
Ejemplos como éstos nos muestran cómo algunas personas pueden malgastar su tiempo y su esfuerzo obsesionándose con pequeños ahorros que casi no reportan ningún beneficio y que les impiden centrarse en buscar soluciones más rentables. Muchas veces esto se produce por no dedicar el tiempo necesario a pensar sobre ello.
Esta costumbre de no pensar, tan de moda hoy en día, en otras personas provoca el efecto contrario: consumen compulsivamente, se dejan llevar por la publicidad, por las ofertas, por las tendencias; consideran que no merece la pena ahorrar, cocinar en casa o privarse de ciertos caprichos,… En definitiva, si no quieres pertenecer a ninguno de estos dos grupos de personas, éste es el secreto: PIENSA.