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Niño athlético

Publicado el 09 septiembre 2011 por Sap
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Niño athlético
Yo fui un niño del Athletic. Unniño extraño que en el corazón del beticismo y el palanganismo y a causa de unacarambola geográfica-familiar eligió a los aldeanos, luciendo por los secarrales del barrio unaflamante equipación de camiseta rojiblanca y pantalón negro. Llevaba en laespalda el número nueve que era el de Uriarte (Fidel Uriarte Macho, temporadas68-74), aquel delantero que se hartó de meter goles con su cabezaparalelepípeda.Lo de flamante equipación fue alprincipio; los días inmediatamente posteriores a la jornada de Reyes, ya quetras el primer paso por la lavadora las rayas rojas destiñeron manchando nosólo las blancas sino perdiendo la nitidez del primer apresto. Así, a lo lejos,la camiseta parecía ser rosa como si en vez de pertenecer a un equipo de Leonesfuera propia de otro de gays de la época. Por otra parte, el pantalón estabaconfeccionado con un tejido tenaz, inasequible al doblez y que, una vez puesto,formaba unos abultamientos alrededor de las caderas y un vuelo de perniles quesemejaba una falda ahuecada por un varillaje de paraguas. Un urbanismo de jaramagos yardientes solares tapizados de vidrios y latas fueron los paisajes quecontemplaron mis torpezas futbolísticas, el perfecto marco de aquella pobrezade albaneses. No metí un gol en la vida y mis habilidades con el balón selimitaron al chut casual con la rodilla o al regate a mí mismo, cuestioneséstas que hicieron que mi afición por los del Bocho fuera tomada con pocaseriedad en el entorno. Con todo, mi amor era sincero y así, con tabarra deinsecto conseguí que me compraran en el quiosco una revista dedicada porcompleto al Athletic. Eran, ya digo, los tiempos de Uriarte e Iribar, de Sáez,Larrauri y los hermanos Rojo, de Beltzúe, Arieta y Aranguren, de unosjovencísimos Ortuondo y Clemente. Allí en fotografías estaban todos, con susbocas pequeñas y sus vascas braquicefalias tan alejadas de los rostrosjuanetudos de nuestra cantera provincial.Mi tesón obtuvo finalmente unpremio desmedido. Un vecino que trabajaba de maletero en un hotel del centro dela ciudad, resultó ser también del Athletic. Le presté mi revista con lasolidaridad de quien se sabe desguarnecido, pero el entusiasmo inicial derivóen enfado porque pasaron semanas sin que me la devolviese. ¿Qué podía hacer yo,un niño, frente a un hombre mayor que además era padre de dos amigos míos?Acabé por resignarme ante tamaña pérdida.Fue un lunes cuando al volver delcallejeo, la abuela dijo: "Toma. Dice Alfonso el del quinto, el del hotelColón, que esto es tuyo". Me sorprendió recuperar una revista que creíaperdida en las manos de aquel desconsiderado. En un papel oculto entre laportada y la primera página, Alfonso había escrito con su letra menestral:"No te preocupes por los ocho goles que nos metió ayer el Betis. Nosotrossomos los Leones". Luego, al pasar las hojas, vi que en las fotos, inclusoen el póster central, todos los jugadores del Athletic Club de Bilbao, aquellosLeones de Alfonso y míos, habían estampado su firma.

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