Iowa está al nordeste del río Pecos y los Estados de Nevada, Arizona y Nuevo México, pero representa como nadie ese límite fronterizo que nos lleva al lado más salvaje del oeste americano, y por ende, de la América profunda. En esa zona de tinieblas es donde Niño y pistola han situado la historia de Tom; una historia de impulsos y redenciones que ellos han musicalizado en un contexto folk rock teñido de grandes reminiscencias de la historia del rock de los sesenta y setenta. En 1954 Tom mata a su jefe y Niño y pistola le ponen sonidos de rock casi sinfónico con grandes matices de George Harrison en el tema que abre el disco Deep in the fall y que nos recuerda por momentos a esa gran canción que es Here comes the sun, que pese a ser de los Beatles está compuesta al completo por el malogrado Harrison. Esa deriva sinfónica apenas sin matices, se fusiona en los cuatro primeros temas del disco que, como en una novela, representan la primera parte de esta historia personal y de crisis existencial, a la que el grupo gallego, dota de ecos y canciones cercanas a las grandes bandas americanas de los setenta, con unos teclados que nos retrotraen a los movimientos de finales de los sesenta.
La búsqueda de esa identidad perdida y el reencuentro con las huellas borradas de nuestro pasado es lo que Tom se encuentra a su vuelta a casa, y que Niño y pistola recrean a partir del quinto corte del disco (And then the rain started), donde los matices del folk y a veces el country se entremezclan con la fuerza innata de unas guitarras y unos teclados omnipresentes que nos hacen levitar sobre la cama de los recuerdos. Ese lánguido viaje se contrapea con los latigazos que a modo de impulsos irrefrenables nos transmiten las afiladas guitarras, en una secuencia cargada de matices y ensoñaciones que nos devuelven a voces e imágenes que la industria del cine y la música norteamericana siempre nos ha sabido vender muy bien. Por eso no nos encontramos extraños en mitad de la nada del Estado de Iowa o a orilla del Pecos en Alburquerque, pues todo forma parte de nuestro particular imaginario colectivo. Esas imágenes que anidan en nuestros recuerdos se funden perfectamente en Back in the years, donde casi podemos a Jeff Bridges subido a su furgoneta recorriendo el Estado de Texas entre concierto y concierto. Más allá de esos matices cinematográficos, la música de Niño y pistola conquista a la perfección los estados de ánimo de Tom y su vuelta a casa que, como niño pródigo, se plantea empezar de nuevo sin otra meta que la de hacer borrón y cuenta nueva, pues esa es la única salida a su vida, la de la introspección de uno mismo que le vuelva a hacer empezar desde cero, aunque para ello, tenga que regresar al pasado más pasado, al inicio de todas las cosas… cuando la culpa no formaba parte de su existencia.
La estructura formal de este disco se caracteriza por la larga duración de unas composiciones que permiten a Niño y pistola rebuscar en todos sus archivos sonoros favoritos, para sacar de ellos una multitud de canciones y sonidos que forman parte de nuestras vidas y a las que habíamos dejado de lado. En ese empeño, no se vislumbra ni una sola grieta, pues esa es otra de las características del disco, lo compacto que resulta y lo bien ejecutado que está, pues Manuel Portolés, Álvaro Álvarez, Enrique Esmerode, Ramón Martín y Arcadio Nóvoa, saben muy bien lo que hacen y lo que quieren, y en esta ocasión, nos han regalado un disco de introspección y crisis, pero del que sale un reluciente destello de luz que nos ilumina el camino que acaba de una forma magistral en forma de epílogo sonoro titulado We’ve had enough.
Reseña de Ángel Silvelo Gabriel.