Revista Cultura y Ocio

Niños asalariados

Publicado el 20 julio 2019 por Revista Pluma Roja @R_PlumaRoja

Cuando era niño no me gustaban los adultos. Me parecían mentirosos, que no cumplían lo que prometían, que siempre estaban enojados, preocupados, o en un constante estado de ausencia mental. Es decir, los miraba y era como que nunca estaban en el presente, sino que se encontraban quizás en qué o cuál próximo problema. Era como si tuvieran una antena detectora de razones para sentirse mal.

Por esos años no me parecía raro tener compañeros en la escuela que fueran mentirosos, peleadores o poco tolerantes a la frustración, pues me parecía que era parte normal del crecimiento. Por ende, esperar “madurez” de mis pares, era un sinsentido, yo mismo obviamente no era maduro. Sin embargo, pese a la falta de “madurez” de mis compañeros y yo, siempre existían instancias para reír o pasar buenos momentos. Algo que, en el caso de quienes entraban en la categoría de “adultos”, parecía arrebatado por alguna misteriosa razón.

Ahora miro hacia atrás en el tiempo y me pregunto seriamente si acaso la adultez o madurez en realidad nunca existió. Y si acaso no seguimos siendo los mismos niños de siempre, pero con menos alegría nada más. Y es que mirar a los “adultos” que nos gobiernan desde los palacios presidenciales, los “adultos” que legislan en el parlamento, los “adultos” que nos leen las noticias por televisión, los “adultos” que nos predican desde los púlpitos de las iglesias, los “adultos” que nos venden sus productos a través de la publicidad, es ver claramente a esos mismos niños mentirosos, peleadores y poco tolerantes de nuestra niñez, solo que ahora están  armados de un poder mucho mayor para influenciar al resto; ya no sometidos por las correas psicológicas y la contención del claustro y convivencia escolar.

Pareciera ser que la “adultez” fuera solo pasar de ser un niño no asalariado o ser un niño asalariado. Esperar a estas alturas de la “adultez” una mayor tolerancia o más sabiduría solo por tener más años de existencia que un niño, es un ejercicio tan vano como intentar guardar brisa marina en una bolsa para llevar a la montaña.

Es por todo esto que no sé cuál realmente es la respuesta a la interrogante si existe o no la “adultez” y qué significa realmente.

A la misteriosa desaparición de la alegría en los adultos que tienen mayor poder e influencia, solo puedo intuir que esta se podría deber a la desconexión entre lo que se dice y lo que hace. Los que nos oprimen no nos sonríen pues saben que sus sonrisas parecieran más bien ejercicios de actuación pésimamente ejecutados y por ende, lo evitan. Y los pocos que lo hacen, se ven tan ridículos como el especulador bursátil Sebastián Piñera prometiendo “tiempos mejores” como lema de campaña presidencial.

Y a la desaparición de la alegría en los “adultos” oprimidos, pues la respuesta es simple: ya no sonreímos pues la experiencia nos ha enseñado a no esperar nada bueno de quienes hacen las reglas. A estas alturas, y en lo personal, solo hallo la alegría al lado de una buena bocanada de aire junto al mar. Pero claro, esa alegría solo la da la naturaleza. A esa que tanto pisoteamos y despreciamos. Una alegría gratuita que se nos da solo por estar vivos en la materia física, no por ser “adultos”.

La “adultez” pareciera ser un mito, como tantos otros mitos, como aquel que reza que todos somos iguales ante la ley o que la democracia es el gobierno del, por y para el pueblo.

Pero en fin, solo la búsqueda incesante de la sabiduría tiene el potencial de transformarnos en niños más completos, y esa sabiduría no va ligada necesariamente a la edad. Existen niños muy sabios, y “adultos” muy ignorantes. Todo depende de cómo se mire y entienda lo uno o lo otro.

Por Pablo Mirlo


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