Vienen tiempos quizás violentos. El actual Gobierno no lleva ni dos meses en el poder pero ya están acosándolo en múltiples frentes, incluyendo las sedes de su partido, el PP, como sólo ocurrió en los últimos días de mandato de José María Aznar tras los atentados del 11M que provocaron casi 200 muertos.
Parece que alguien quiere volver a aquellas fechas. Que le han declarado la guerra al nuevo primer ministro, Mariano Rajoy, y que posiblemente buscan algo mayor, la Constitución y la Monarquía, con la creciente exhibición de banderas de la desventurada II República, y la mefítica explotación del caso Urdangarín.
Se trata de extender por toda España, inicialmente por motivos menores en Valencia, unos disturbios que en próximos meses aumentarán en virulencia.
No es la ausencia de calefacción en un instituto lo que inicia las protestas. Es que alguien ha aprovechado la anécdota y lanzado a los niños como carne de cañón, escudos humanos contra la policía de la democracia.
Acto innoble, miserable, que nadie propuso ni siquiera durante el franquismo, cuando la lucha contra la dictadura evitaba enviar niños contra la policía; íbamos adultos, universitarios y trabajadores; muy ruidosos y no muchos, por cierto, aunque algunos dispuestos a morir, y murieron.
Pero seguro que no estaban entre ellos estos izquierdistas que casualmente suelen ser hijos y nietos de los fascistas que perseguían a los demócratas. Una cuestión de casta y de sangre.
Todo esto ocurre ahora antes de que hayan empezado a detectarse los sacrificios que anunció Rajoy, con organizadores que fueron cómplices de Zapatero, el que congeló las pensiones, bajó los sueldos de los funcionarios, prohibió a las CC.AA. convocar nuevas plazas, subió el IVA, y dejó 5,3 millones de parados y la Seguridad Social camino de la bancarrota.
“¡Vamos a tomar lo que es nuestro, la calle!”, gritó en el pasado domingo, cuando se inició la escalada de movilizaciones sindicales, José Ramón Martínez, secretario general de UGT Madrid. ¿Podría hablarnos de su origen fascista este émulo de Fraga Iribarne, quien siempre negó que le dijera a Tamames "la calle es mía"?
Liberado desde hace veinte años, este proletario cobra anualmente 45.000 euros de Renfe y 181.000 como consejero de Bankia, ¡arriba, parias de la Tierra, en pie, famélica legión!
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SALAS