Vengo a contarles lo que me llevé del Congreso de Niños del Tercer Milenio, edición 2011. La verdad es que se respiraba en la sala un muy buen ambiente en general, muchas sonrisas entre el público y mucho profesionalismo y pasión por los niños entre los ponentes. Fui con Sam - of course - así que tal vez tuve una óptica un poco distinta con respecto a la gente que acude sin niños.
Ya ha surgido un par de veces en nuestro muro el tema de los niños del tercer milenio, niños índigo, niños cristal, etcétera sobre el cual hay opiniones muy diversas. Les voy a contar la mía: durante el congreso, Mónica Manso de Maternidad Consciente habló de ser conscientes desde la concepción, comentó cómo muchas parejas de hoy en día comienzan a conectarse con el bebé y a cuidarse desde la gestación y recomendó comenzar a cuidar nuestro cuerpo, nuestro templo, desde el momento en que decidimos ser padres. Creo que esto tiene mucho sentido y es algo que siempre comento en mis talleres: hay que cuidarse toda la vida, más aún durante el embarazo, pero hay que cuidarse siempre, honrar el cuerpo, escucharlo, percibir sus señales sutiles, mimarlo y complacerlo siempre que podamos.
Otros ponentes hablaron también de cómo afectan la gestación y el nacimiento, al niño por nacer, cómo las vivencias de la madre durante el embarazo pueden reflejarse de una manera u otra en la personalidad del niño y en los sucesos que marquen su infancia.
También se comentó cómo los niños de hoy en día (personalmente prefieron decirlo simplemente así), nacen más despiertos, presentan reflejos característicos de maduración más temprano de lo que se presentaban en niños de la misma edad cronológica hace unos 20 o 25 años atrás. Se habló de la manera en que debía cambiar el modelo de pediatría para poder atender mejor a estos niños, cómo sus cuerpos muchas veces rechazaban medicamentos con toxicidad probada (tengo entendido que todos los medicamentos tienen toxicidad probada, y que el facultativo debe evaluar si debe medicar o no, siempre asegurándose que el ratio riesgo-beneficio tienda a favor de la salud del paciente en determinado momento) y que ellos incluso verbalizan muchas veces ese rechazo. De allí está naciendo una pediatría holística, una que mira al niño como un todo, como a un ser perfecto, con desequilibrios ocasionales que muchas veces su cuerpo puede reparar por sí mismo, corrigiendo las condiciones que lo produjeron.
Lúa Catalá, la pediatra que tocó estos temas, mencionó cómo un niño es espejo de sus padres, cómo muchas veces aparenta estar enfermo, mientras que la causa subyacente no necesariamente sea orgánica - que está afectado por una virosis, sí - pero lo que está reflejando posiblemente sea un malestar a nivel familiar o escolar y por eso le afectaron el microorganismo o las condiciones ambientales. Comentó también que el papel de estos nuevos pediatras, no era el de meramente examinar al paciente, diagnosticar y recetar, sino el de indagar en la familia, mediante el diálogo, qué puede estar perturbando al niño para que su cuerpo haya perdido el equilibrio - derivando en una enfermedad.
Yo creo en la medicina holística, amanecí el día del Congreso con una fuerte tortícolis y he notado que siempre que he tenido tortícolis ha sido producto de una discrepancia entre lo que me pide hacer el cuerpo y lo que quiere hacer mi cabeza. ¿No les ha pasado a ustedes? ¿Enfermarse y saber exactamente de dónde ha venido el malestar, poder incluso identificar el pensamiento que lo originó? Por ejemplo, cuando nos duele la garganta o nos quedamos afónicos muchas veces debiéndose a palabras que nos hemos quedado sin decir, que nos hemos tragado y el cuerpo nos grita que hablemos, nos llama la atención hacia esa zona para que reflexionemos. Muchas veces pronunciamos las palabras no dichas y cede rápidamente la afección*.
Pues algo similar sucede con los niños y el pediatra muchas veces hace de intérprete entre padres - que a veces no pillan de dónde puede surgir el malestar - e hijos que o bien no saben decirlo, o bien lo han dicho y no han sido escuchados.
Tras terminar las ponencias, Thutam - el Director del Congreso - realizó una meditación grupal que comenzó justo cuando Sam acababa de despertar muy enérgico de su siesteta :-) así que escapamos de la sala y conversamos un rato con Mónica y con Lúa.
Les voy a contar un poco las preguntas que me vinieron a la cabeza, de las cuales hablamos en esa conversación:
Entiendo que los niños de hoy sean distintos, pero los padres también lo somos. Criamos de manera diferente, somos más conscientes, menos autoritarios, recurrimos menos a los métodos conductistas - o al menos es lo que veo en determinados grupos, cada vez más crecientes, de familias, escuchamos más a nuestros hijos, les dejamos ser, aprendemos más de ellos.
¿Será posible que los "niños del tercer milenio" no sean más que niños respetados? ¿Ese niño que todos somos o fuimos, que sus padres simplemente estén dejando ser él mismo? Me lo pregunto, porque si miramos un poco hacia atrás, y siguiendo el ejemplo que dio Lúa, comentando que muchos niños de hoy en día se niegan a tomar antibióticos y piden homeopatía (es sólo un ejemplo), ¿qué habría pasado con un niño que se negase a tomar un medicamento hace 20, 30, 50, 70 años atrás? Le hubieran dado un par de bofetadas y obligado a tomarlo, y posiblemente de ñapa: castigado por rechistar, ¿o no? ¿Y si a ese niño le hubieran respetado, no sería tan despierto, tan él, como los de hoy?
Con esto no pretendo quitar el mérito a nadie, ni decir que no sean especiales, todo lo contrario: creo que todos somos especiales, y como decía mi profesora de bioética en la UCV: "todos somos únicos e irrepetibles" y a mi parecer, ese simple hecho nos hace especiales.
Por otra parte, mucho se ha hablado de que el ser humano utiliza apenas un 10% de su cerebro - si acaso - ¿no será que dentro de ese 90% restante *todos* tenemos facultades maravillosas que aún no hemos desarrollado?
Como pequeño ejemplo de hasta qué punto creo que puede llegar a influenciar la crianza o la educación a un niño, les quiero mostrar este video de Acción Contra el Hambre, en el que se pueden ver muchas cosas si miramos más allá.
Por un lado, y a simple vista, vemos que los niños son generosos, empáticos, simpáticos, sonrientes, altruistas y un montón de cosas más. ¿Y qué me viene a la mente cuando veo esto? Pues me hace recordar un poco el debate entre "los niños son buenos, la educación o la crianza los echa a perder, si acaso" y "los niños son malos y hay que domarlos con métodos conductistas para que no te tomen el pelo". ¿Les parece que los niños tienen una maldad innata? ¿Tiene sentido eso? Para mí no sólo carece de sentido, sino que percibo una clara explicación de ello:
Todo comienza desde la gestación, la satisfacción de las necesidades primarias de contacto permanente, afecto permanente, presencia permanente, piel, mirada permanente, leche materna permanente, colecho y acompañamiento nocturno... Para criar guerreros, desde las sociedades primitivas, siempre se ha separado tempranamente a la madre del bebé, sabiendo que ese bebé será una persona más agresiva porque no ha tenido un apego seguro. Si colmamos de afecto a un bebé - independientemente de su carácter - creo yo que será más generoso, si tuvo un apego seguro, será más seguro e independiente, si fue tratado con empatía, sabrá ponerse de forma natural en la piel del otro. Todo esto para decirles que supongo que la crianza es la que nos quita estas características innatas, que en nosotros está recuperarla siendo conscientes y procurar cuidarla en nuestros hijos para que florezca en lugar de marchitar... (¿demasiado poético?)
Y con esta idea les quiero dejar: ¿Somos todos botones y se nos ha permitido florecer en mayor o menor medida? ¿Hasta dónde queremos dejar florecer a nuestros hijos? ¿Reconoceremos en sus miradas el gran maestro Zen que tenemos en frente? Y no maestros porque sean más que nosotros y no un niño que haya que forjar y domar para que sea "gente", sino un maestro, simplemente porque sabe cosas que hemos olvidado y mirándolo, respetándolo, amándolo, podremos recordarlas y volver a ser. Seguir floreciendo.
Tener un hijo es la mejor escuela :-)
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* Lo comento por si acaso, jeje. Antes de que alguien pregunte cuál es el aprendizaje si nos quedamos afónicos tras una tarde de mucho viento, en pleno invierno, en la playa y sin bufanda, y dónde están en ese caso las palabras sin decir... Obviamente hemos debido cuidar, respetar y honrar nuestro cuerpo, no exponiéndonos a las inclemencias medioambientales, o bien tapándonos adecuadamente para mantenernos calentitos :-)