La alimentación de los niños es un tema recurrente que a todos los padres nos preocupa en mayor o menor medida, la cantidad, el equilibrio de la dieta, la ingesta de azucares…etc. Posiblemente os reconozcáis en el perfil de padres que sucumbidos por el temor de no estar alimentando correctamente a vuestros hijos hayáis recurrido a recetas en Web, guías de alimentación y demás útiles que la era tecnológica nos facilita con un solo clic del ratón. ¡Yo la primera!
¿Pero una alimentación correcta está directamente relacionada con el peso de nuestros hijos?
Durante el embarazo de mi hija Marta, viví atormentada por esa palabra, el peso, me alimentaba a conciencia, de forma autómata, con la intención de que ella (mi hija) cogiera peso, aún siendo consciente de que atiborrarme de alimentos ricos en proteínas no aseguraba el crecimiento de Marta, sin embargo tenía que intentarlo.
Después de todo ese periodo lleno de incertidumbres y miedos, el nacimiento se desarrolló sin complicaciones, tuve mi hija sana, y con un peso bastante aceptable, 2,800 kg. Sin embargo ya en ese periodo viví obsesionada por alumbrar un bebé con un peso que para mi fuera aceptable, posiblemente por que relacionaba la maduración de mi hija con la cantidad de gramos que pesase, todo ello a pesar de haber descartado que ella viniese con alguna patología, y de haber asistido a unas clases de preparación al parto, dónde incluso la matrona que impartía el curso, comentaba en tono de humor que se continuaba pesando a los niños según nacían para complacer a las abuelas. Reproduciendo la conversación más usual después de un parto..
- Ya ha nacido, todo ha salido bien. La mamá y el niño están bien.
- ¿Cuánto ha medido? ¿Cuánto ha pesado?
- 49cm
- ¿Y ha pesado?
Hablamos siempre de niños que nacen a término, sin complicaciones ni afecciones, porque efectivamente que el peso es máxima prioridad y muy importante en niños que han de medicarse o que han tenido prisa por llegar al mundo, prematuros. Recuerdo ahora un caso que salió en prensa hace relativamente poco tiempo, dónde narraba la historia de un pequeño prematuro que había salido adelante gracias a la “casualidad” de una enfermera que abandonó unas tijeras sobre la báscula del paritorio, lo que convirtió a ese pequeño en un prematuro viable, y lucharon por su vida. Una historia con final feliz y que pone en entredicho los criterios que determinan la viabilidad de un niño prematuro en muchos países.
Al margen de historias como estas que nos sobrecogen, hoy me planteo si vivimos obsesionados por criar niños rollizos, llenos de “cocas”, rozando el sobrepeso u obesos. Paradójicamente, aunque los cánones de belleza han virado hacia un punto más equilibrado o real, seguimos admitiendo querer cuerpos esculturales y delgados, que no sanos. Pasadas las fiestas, ¿quién no cuenta entre sus propósitos con empezar una dieta?… Y sin embargo, ¿qué deseamos para los niños? …
Seguimos criando niños rollizos o intentándolo al menos, en muchos casos arrastrados por la herencia de nuestros abuelos, que para paliar sus carencias de la infancia, atiborraban a nuestros padres en algunos casos o a nosotros mismos, con los manjares que en su infancia ni soñaban que existían.
En época de guerra o durante la post guerra, que a nuestros hijos les resultará tan ajena, las marcadas diferencias entre clases sociales, hacían distinguir a niños rollizos y bien alimentados como pertenecientes a la alta alcurnia, sin embargo a las clases sociales más bajas les bastaba con sobrevivir, tener comida en el plato era un privilegio que no todos podía disfrutar, y no hablamos de dietas equilibradas.
Sin embargo si estos tiempos resultan tan alejados de nuestra realidad, y con más o menos esfuerzos, la alimentación ha llegado a la mayoría de los hogares, disponemos de gran variedad de productos, ingredientes ricos en vitaminas A,B,C, etc. ¿Por qué seguimos ligando la buena salud de un bebé en proporción al peso que ostenta?
Yo tengo dos hijas sanas que muestran grandes diferencias en cuanta alimentación a pesar de su corta edad, la mayor, Inés, come sin descanso, todo le viene bien. Y en cambio, la pequeñaja necesita comer a cuenta gotas, poco y a menudo, muestra claras preferencias entre un producto y otro, y todo ello a pesar de tener solo 8 meses y no contar con una amplia gama de alimentos entre los que discernir. Imaginaos el cambio que supuso para mi, acostumbrada a no prestar especial atención en adquirir una marca u otra de purés o fruta, cocinar hervido o al vapor,… Alimentar a Marta supone una dosis extra de paciencia, ella marcará su propio ritmo, podrá devorar o eternizar un plato a su conveniencia, sin embargo termina comiendo.
El peso es otra gran diferencia con la que me he encontrado, Inés se crió bastante más rolliza, lo que despertó mis alertas, las de las abuelas. y abrió el debate familiar en relación así está bien para su edad, está más delgada que la hija de la vecina. o yo la veo igual que mi sobrina que tiene su edad. El caso es que acudimos a la pediatra para salir de dudas, ya que las diferencias con su hermana eran notables, y las pautas de alimentación que seguíamos eran las mismas.
¡Yo también sucumbí al canon de niño rollizo!
La pediatra nos hablo de constitución, cada niño es un mundo y siendo conscientes de que están en desarrollo y tienen que crecer, lo demás son temas secundarios y que carecen de relevancia. Los niños tienen que seguir su curva de crecimiento, la que viene marcada por su percentil, la que la pediatra tiene perfectamente inscrita en el historial médico de nuestros hijos, y lo demás son historias de niños que comen más o menos, gordo o delgados, altos o bajos. Es tan impensable que todos midamos 1,80cm o tengamos medidas 90-60-90 como que nuestros hijos sean clones rollizos.
¡Tranquila abuela, la canija es perfectamente normal!
Autor Patricia Manzano
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