Revista Viajes

Niños salvajes. Vilcabamba

Por Marikaheiki

¿Entiendes?

Que todavía hay casas donde se cocina el pan.

Que todavía hay casas donde hay una palabra que se hila con la anterior y de todo aquello nace un niño.

Que todavía hay casas donde las naranjas ruedan por el suelo y yo las levanto.

Los gusanos nos muerden en la boca fermentada de cítricos.

Que todavía hay casas donde el agua nace de una caña de bambú

el agua fría de las Montañas sagradas.

Que todavía hay casas donde se pregunta: ¿y quién canta? ¿Y quién baila? ¿Y qué haremos con la chacarera, la saya, los waynos más al sur?

¿Y qué si la experiencia más trascendental de mi vida no ha sido la escritura sino la música?

Que todavía hay casas como los insomnios de las primeras veces: un proyecto o un sueño escrito en tinta negra en un cuaderno viejo.

Que todavía hay casas donde nacen los plátanos de la tierra y tienen hijos con las pestañas subterráneas.

Que todavía hay casas donde las presencias se recuestan sobre el piso al anochecer

y el cerebro que se derrite en las ocasiones fantasmales por fin descansa.

Que todavía hay casas por donde pasan los ríos.

“Ni tú ni yo seremos los mismos cuando regresemos de las fuentes”, dice L.

El río que cambia y fluye.

El cuerpo que cambia y fluye.

La velocidad en estado de inercia: pero a toda velocidad

de todas formas

todavía hay casas donde se seca el mapacho al sol en el tejado.

Todavía hay casas donde los perros duermen sobre alfombras persas

y sienten las tormentas acercándose diurnas

Todavía hay casas donde se miran películas y las estrellas al mismo tiempo, como la leche con galletas, como hacer el amor debajo de los puentes donde crecen piedras.

Todavía hay casas donde se toma el café antes de las comidas y viceversa.

Casas donde se esconden los niños salvajes.

Los niños-futuro.

¿Entiendes?

Que todavía hay casas en las puedo disolverme hasta que

el sol otra vez

cubre el mundo de luciérnagas.

Que todavía hay casas en las que se corta la madera sobre el suelo de piedra y se construyen camas, alforjas y raíces para los que llegan.

Y en ésta, además, se sueñan los cerros recubriéndolo todo como una corteza al mundo.

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