El post de hoy tambien va de una mujer pionera, valiente como la que mas que desarrolló su actividad en un mundo de hombres en una época en la que la mujer solo servía, según los machos men, para fregar , traer hijos y atender al mariado.
Anita Carmona Ruiz, Nita,•nacida en 1908, jugaba infiltrada en los clubes. Nadie podía saber que era mujer: se exponía a sanciones y condenas, pero jamás le importó, incluso fue enterrada, según sus deseos con una camiseta de futbol
Nació el 16 de mayo de 1908 en Málaga, saltó todas las barreras sin saberlo haciendo lo que mejor sabía :jugar al fútbol. para ello , tuvo que burlar los estándares de la época, disfrazarse y ocultarse con tal de conseguir su objetivo. Y vaya que lo hizó…. de manera profesional
Como puedes suponer y supones bien, no fue un camino sencillo. Su mayor enemigo también fue su mayor aliado. La mentalidad machista de la época, y que aun hoy perdura, no veía bien que una mujer vistiera de corto, con unos pantalones y comenzara a sudar dándole patadas a un balón, pero esa cerrazón mental tambien jugó a su favor , porque los machos men, no llegaban a imaginar que se disfrazara de hombre, se cortara el pelo, disimulara su pecho y adoptara un pseudónimo para jugar en un equipo masculino
La historia de Nita va de la mano con la historia del fútbol femenino en España.
La menor de cuatro hermanos, hija de un estibador del pujante puerto de Málaga y de una mujer a la que no dejaron ser nada más que una señora de su casa, como a todas, tuvo que contar con el favor de un clérigo para desarrollar sus habilidades futbolísticas, que extrañamente no vió en ella su género, sino su talento
El diario El Español publica :
Anita dio las primeras patadas a un balón en las grandes explanadas del muelle de la dársena malagueña cuando era bien chiquita. “No es de extrañar que desarrollara su pasión allí. Los primeros jugadores de fútbol eran marinos ingleses que se ejercitaban propinando patadas a una reluciente pelota redonda”, explica a EL ESPAÑOL el periodista Jesús Hurtado, quien ha historiografiado la vida de esta pionera deportista.
Las primeras barreras que encontró Nita para jugar al fútbol se originaron en su propia casa. “Algunas veces, a raíz de que recibiera arañazos y magulladuras entre tantas patadas y empujones con los chicos, sus padres la castigaban durante un tiempo prohibiéndole salir de casa”. No eran los únicos que veían punible que una mujer se calzase las botas. Porque no era propio de señoritas. Porque la fuerza física, el esfuerzo, el sudor y la competitividad estaba restringida a los hombres.
“Su tío era médico de familia y aseveraba constantemente que lo que Anita hacía era perjudicial para la estructura corporal de la mujer”, cuenta este periodista. Los prejuicios de la época eran tales que incluso este galeno le pidió a la madre de Nita que la mandara temporalmente a Vélez-Málaga, un pequeño municipio de la Axarquía malagueña donde tenían familia y en el que en la época vivían alrededor de 25.000 personas, para que “olvidase el entorno en el que se desenvolvía y sobre todo la práctica de un deporte enteramente para hombres”.
La opinión era unánime. “Nita no sufrió castigos físicos, pero sí morales y numerosas descalificaciones”. Porque Anita, contra todo y contra todos, comenzó a participar en edad juvenil en los partidos que se disputaban en una explanada cercana al cuartel de artillería de su barrio.
Con la inauguración de la cancha y del equipo, Nita pudo vincularse con el Sporting. Primero lo hizo como ayudante del masajista del club, Juanito Marteache. También se encargaba de lavar la equipación. Para ello, contó con “su mejor cómplice”, su abuela Ana, porque Anita no tenía que ocultar con ella su pasión. Finalmente, Nita consiguió jugar algunos partidos con el equipo de sus amores. Eso sí: todos los que no se jugaran en casa. “Disputaba los encuentros de fuera del barrio para así no ser reconocida”.
Su método era simple pero sumamente efectivo. Se aprovechó de la situación para sacarle ventaja: al haber sido instruida en casa en el femenino arte del corte y confección y conocer al dedillo la equipación deportiva, ella misma se ajustaba el atuendo para que fuera lo suficientemente holgado para que disimulara su anatomía, pero sin desentonar. Así, customizaba los calzones largos, las medias altas y camisetas que conformaban la indumentaria futbolística de la época.
La delataron por ser mujer
Pero no era completamente eficaz. Algunos jugadores rivales no toleraban jugar contra una chica. Tampoco su presencia sentaba bien en ciertos sectores del público. En cuanto se supo que era una mujer, “la denunciaron y la delataron”.
La única solución fue huir al pueblo para no entrar en la cárcel. E, incluso allí, se las ingenió para seguir dándole patadas al balón en partidos oficiales. La primera medida consistía en entrar al estadio por la zona de la lavandería. Pero la más eficaz fue otra. “Para no ser descubierta ni que sus compañeros la delatasen sin querer con su nombre, se puso un apodo, Veleta, en relación a que cambiaba constantemente de aires”
El deporte femenino, en segundo plano
Anita Carmona Ruiz estuvo jugando al fútbol hasta mediados de los años 30, poco antes de que comenzara la Guerra Civil, cuando ya no pudo ingeniárselas más para pasar desapercibida y practicar su gran pasión. Su cruzada ya fue imposible tras varios arrestos, puesto que se había librado de sanciones mayores a raíz del padre Miguez. “Como tenía mucha relación con los curas, a Nita le pasaban un poco la mano. Se acabó al llegar Franco. En ese tiempo ya la mujer en el deporte estaba muy mal vista”, detalla Hurtado.
El fútbol femenino, un siglo después, tampoco goza de las condiciones con las que soñaría Nita: esta misma semana las Cortes Valencianas emitieron una declaración institucional en la que instaban al Valencia CF a permitir que su equipo femenino de fútbol “pueda disputar encuentros de primer nivel en su estadio de Mestalla”, al igual que sus colegas masculinos. Los tiempos avanzan, pero a otras velocidades.
Nita falleció muy joven, con apenas 32 años. Pero antes se burló de los estándares de la época. Ansiaba ser futbolista, no tener que ocultarse, poder ser reconocida de cara a la galería. Se las ingenió para hacerse una fotografía vestida con la equipación del Sporting, el club de su vida. “Las fotos en la época eran un gran artículo de lujo. Valían un dinero y se les daba un valor enorme. Pero Anita, para no levantar sospechas, se hizo la foto en carnavales. Dijo que iba disfrazada de futbolista”, ríe Hurtado. Una camiseta a rayas para reivindicar su identidad sobre los dictámenes machistas.
La última muestra de su amor al fútbol fue en su funeral. Porque Anita Carmona Ruiz fue enterrada con la camiseta del Sporting de Málaga, su Sporting. No pudieron pararla, aunque tuviera que ocultarse; no dejó de correr, aunque avanzara a escondidas.
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