Revista Cultura y Ocio

No

Por Calvodemora
No

NO

Es más fácil negar que asentir. Cuando dices que sí, justo en ese instante, abres la puerta de tu casa, ofreces tu corazón, extiendes tus manos. El no es el silencio, es el vacío también. Se abstiene uno para no manifestarse del todo. No conviene darse, ni acostumbrar a los demás a que te des. En lo que me incumbe, creo que he sido más del sí que del no. A veces porque asentir es una invitación a la intriga. Porque el no es una puerta cerrada. Hay puertas que, una vez cerradas, cuesta abrirlas. Incluso, abiertas, no muestran lo que antaño. El paisaje que hay detrás es otro. Si era tu casa, ahora no lo es. Se tienen muchas puertas abiertas, pero la edad te enseña a ir cerrando algunas. Es cierto que no hay nada mejor que invitar a todo a la fiesta o que la generosidad, aunque no luzca ni se venda como un modo de vida, te hace dormir por las noches mejor y conciliar el sueño en paz contigo y con el mundo. No sé a qué viene todo esto. Se me ha ocurrido al ver el no gigante y rojo que vi por ahí y he guardado en el disco duro. Se le tenía que dar uso. Un no da para escribir una novela o para conducir una vida. El sí, ah el sí. Eso es un asunto más delicado. La mano abierta. El abrazo dispuesto. El gesto limpio. Es verdad (decía K.) que uno se bandea mejor si hay obstáculos de por medio. Te hacen estar alerta. El mundo es ancho y ajeno, dijo el poeta. De todas maneras sólo es un desahogo. En realidad escribir (el entero ejercicio de escribir) es (sobre todo) un alivio, una manera de echar fuera lo que no conviene guardar. Y conforme se van contando las cosas se advierte que ya no le pertenecen a uno. Hay gente que corre o bebe hasta que se le nubla el salto sináptico o escucha a Brahms hasta que amanece o rastrea la red para ver si hay algo que lo aturda y le haga no considerar la realidad. Tampoco tengo muchas certidumbres. Las justas. Algunas con las que me manejo. A un amigo se le ocurrió que lo mejor es no involucrarse en muchas cosas y consolidar la firmeza en algunas. No sé cómo le va. Una vez me hizo ver que la vida le había dado los palos suficientes como para acuartelarse y poner centinelas por las noches, por si el enemigo asoma y se pone levantisco. A los personajes de las novelas rusas les pasa más cosas en un capítulo que a mí en el decurso de una vida. Ahora mismo estoy considerando la posibilidad de acceder al no y no mover el cursor al botón rojo de publicar, el que está ahí arriba, a la derecha, a la vera de otro que dice guardar. Se escribe para contarse el mundo, aunque algunos, al pasar, recojan la noticia de las que nos hemos hecho eco. Los que escribimos somos gente extraña. Hay días que, al no hacerlo, al dejar nada escrito, nos falta algo. De verdad que somos unos exhibicionistas. Tendría que atenderse en serio esta especie de fractura de nuestra paz interior. Ves un no en un archivo en el disco duro y se te embala la cabeza y largas lo que nadie te ha pedido. En fin. La misma vieja historia.


El sí, el sí, sin embargo, tiene más predicamento entre la gente de buen corazón. Se ha construido este mundo en base al sí rotundo de algunos contra el no tozudo de otros. Acabo de decidir que mañana diré sí y andaré con esa voluntad hasta que las circunstancias, algunas son muy putas, lo sabéis, me disuadan. 

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