Recortes presupuestarios, incremento del número de alumnos por aula, congelación de oposiciones, insuficiencia del cupo de sustitutos para cubrir las bajas por enfermedad u otro tipo de licencias, asignaturas optativas sin profesor y restricciones financieras en los programas…
Esta podría ser la descripción de lo que esperaba a alumnos, padres y profesores al inicio del nuevo año escolar; sin embargo, se trata de un texto del profesor Viñao Frago que hace referencia al curso del 96-97. Esta semana, los estudiantes de muchos centros españoles cruzaban las puertas de colegios e institutos con cierta rutina adquirida en los últimos días. Quedan nueve meses de año lectivo por delante. Un año que se presenta complicado desde el principio, no solo para los estudiantes, que tienen en sus manos el esfuerzo académico, sino para sus padres y para la economía de muchas familias.
El nuevo curso trae consigo el anticipo de la nueva Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa, lo que a todos los niveles no parece más que una medida velada y redundante para otro tijeretazo. El aumento del IVA —un impuesto que grava directamente el consumo, como sabemos— ha supuesto la “vuelta al cole” más cara de cuantas se recuerdan. El incremento asciende a 640 euros de media por alumno.
Son medidas que, a nuestro juicio, y en general el de la mayoría de las comunidades autónomas, no inciden sobre la cobertura y la calidad de la educación y no afectan a la equidad.
¿Cómo no va a incidir sobre la cobertura y la calidad de la educación una reforma que aboga por el endurecimiento de la promoción académica o la segregación de los alumnos según sus supuestas capacidades, en base a currículos cada vez más troncales?
Wert y su propuesta de reforma educativa están intentando hacer en España lo que Milton Friedman hiciera en Nueva Orleans en el 2005: reformar radicalmente el sistema educativo, haciendo especial hincapié en la gestión privada de la educación: los recortes que afronta la educación pública se manifiestan, en el sector privado, en forma de cesión de terrenos o desgravaciones fiscales para quien acuda a estos centros.
Esta privatización en auge, sumada a la subida del IVA y a la altísima tasa de paro, puede acabar abocando a buena parte de la población española al fracaso escolar no por falta de interés sino por falta de medios. Sea como sea, lo único que queda claro es que, para muchos, lo de volver a estrenar zapatos y (tristemente) libros no será más que una canción.