Las expresiones tienen una gran carga semántica y en ciertas ocasiones por querer favorecer algo específico se debilita el objetivo principal, tal como pasa con las manifestaciones en contra de la violencia y sus apellidos.
Por ejemplo, cuando se manifiesta por la violencia de los hombres en contra de las mujeres, todas las pancartas y consignas dicen “no contra la violencia machista”, lo que hace presumir que se acepta la violencia contra los niños, las personas con discapacidad, los inmigrantes o cualquier otra que usted pueda imaginar.
El tema de la violencia no debe tener apellido, simplemente hay que oponerse a ella en cualquiera de sus formas y asumir que verla como estancos favorece precisamente a los violentos que podrían ser sancionados dependiendo de dónde y en contra de qué o quién realicen sus actos.
No significa esto que hay que dejar de manifestar en contra de la violencia en sectores específicos, pero al hacerlo hay que asumir que forma parte de un todo y no de un hecho aislado producido por una mente enferma desatada.
La violencia en nuestra sociedad se expresa en los deportes de alta competencia, en contra de las mujeres, los niños, el ambiente, en el trabajo y pare usted de contar, y por lo general los agentes activos son los mismos, porque la violencia está relacionada con las vivencias y con una forma de ver el mundo.
El fanático del fútbol que patea a otro porque es de un equipo diferente, no puede ser pura ternura en sus otras facetas de la vida, ni tampoco debería ser indiferente ante esto aquél que enarbola una bandera para manifestar por una tipo de violencia específica, porque no lo considera tan grave. Esa es la enfermedad que tiene que atacar como un todo el colectivo, el germen de la violencia y su aceptación por la sociedad.
He tomado el fútbol como ejemplo por lo vano que implican los niveles de violencia que genera, siendo una conducta tolerada y apoyada por la sociedad al formar parte de los gustos nacionales. Así, para las tradiciones, algunas violencias no son malas y son aceptadas y apoyadas, como se hizo por siglos con la violencia contra la mujer.
Los criminólogos consideran que para saber los niveles de patología de una sociedad hay que revisar cómo se comporta con los animales, y esto que pudiera parecer vano, no lo es, si a una persona no le importa un ser viviente y lo maltrata por puro placer, seguro está en el camino de ejercer violencia contra una persona, si es que ya no lo ha hecho.
La sociedad debe estar unida en contra de la violencia cualquiera sea la forma en que se exprese, pues toda expresión de ella es un síntoma y un alerta sobre lo que está dispuesta a aceptar en forma de tradición, pasatiempo, costumbre o llámese como quiera.
La aceptación de formas de violencia como normales son la base de horrendos crímenes que verá la sociedad y el criminal es efecto de ella, allí creció y fortaleció sus hábitos criminales. Si, el violento es un criminal en potencia que en cualquier momento dejará fluir ese potencial. El no contra la violencia es general y sin apellidos, así se manifieste por casos específicos.