La señora en sus 45 sale de la iglesia como cada mañana y da la propina de rigor al hombre que pide en las escaleras, más por estar tranquila con ella que por las necesidades del prójimo y se va tranquila sintiendo que el día ha comenzado perfecto.
Camina a pasos rápidos sin perder su elegancia y ve de reojo a unos jóvenes que aún duermen en la calle, piensa que no deberían verse esas cosas, que el gobierno debería hacer algo para disimularlos, ¿qué pensarán los turistas que visitan al país?
Ha quedado con sus amigas de toda la vida con quienes se reúne periódicamente para ponerse al día de los últimos sucesos, pero hoy tienen una cita de las que más excita a todas, ir a manifestar a favor de la vida y en contra del aborto, como siempre ha profesado la madre iglesia de la cual son tan devotas.
La reunión está programada en la sociedad Pro-Caridad, ubicada en uno de los más lujosos lugares de la ciudad. Al llegar se encuentra con todos sus amigos, se han unido hombres también, pues esta batalla no es de género. Todas caras conocidas que luchan por un sagrado valor contra el cual se quiere atentar, la vida. ¡Jamás!
Todos como uno van con las franelas mandadas a hacer especialmente para la ocasión al frente del Parlamento y gritan y elevan sus pancartas por el derecho a la vida, la imposibilidad de legalizar el aborto, los mandatos de la madre iglesia. Cantan, corean y responden a los insultos de la otra parte que hace lo propio a favor de la legalización.
Luego de esta jornada la señora se va a su casa, allí está listo todo para el almuerzo y su hija de 16 años se sienta a la mesa, tiene un rostro extraño, algo le pasa, le pregunta y no responde, pero ella sabe que algo sucede. Finalmente le dice que si no le cuenta, le dirá a su papá que tiene un problema y él se lo sacará.
La joven dice que le contará, pero que por favor no involucre a su papá. Mamá: ¡estoy embarazada! A la madre le cambia el rostro, la primera reacción es la molestia, dice que se lo había advertido, llora, grita que no es justo que les pase eso a ellos, insulta a su hija, quien simplemente deja caer lágrimas por la reacción que tanto había temido de su madre.
Agrega la adolescente que siente decepcionarla y que se encargará totalmente de su hijo, solo le pide ser ella la que le cuente a su padre en el momento que lo considere oportuno y por supuesto contar con la ayuda de ellos para la crianza. En su rostro hay tristeza, malestar y le recuerda a su madre que Dios lo ha querido así.
La señora toma la cartera que tiene al lado, saca el celular y llama por teléfono a su amigo de toda la vida para explicarle lo ocurrido. La hija no sale del asombro, se supone que es un asunto familiar, que es un secreto entre ellas, ¿por qué hace eso su mamá? Se levanta de la mesa, mientras su mamá habla por teléfono y se va a llorar a su cuarto.
Pasado un tiempo la madre llega al cuarto de la joven quien sigue sollozando en posición fetal y le dice que mañana tienen una cita en la clínica de su amigo para que la revise y programar el aborto. La joven abre los ojos de forma desorbitada y le dice a su madre que ella quiere tener ese niño, recibiendo inmediatamente como respuesta: ¡ni de vaina, no voy a permitir que jodas tu vida!