Tan lejos estamos de creer en el empeoramiento sucesivo de la raza humana, que no veríamos con complacencia volver a los tiempos del mismo Horacio. Con todos los males que sentimos, con todas las miserias que lamentamos, no cambiaríamos la edad presente por las que la precedieron, salvo cortos y parciales periodos de pasajera felicidad, que habrán sido el estado excepcional de un pueblo, no la condición normal del mundo. Aunque una historia universal lo probaría mejor, la de España lo acredita cumplidamente.
MODESTO LAFUENTE
Mas el apego a lo pasado no impide a España seguir, aunque lentamente, su marcha hacia la perfectibilidad; y cumpliendo con esta ley impuesta por la Providencia, va recogiendo de cada dominación y de cada época una herencia provechosa, aunque individualmente imperfecta, que se conserva en su idioma, en su religión, en su legislación y en sus costumbres. Veremos a este pueblo hacerse semi-latino, semi-godo, semi-árabe, templándose su rústica y genial independencia primitiva con la lengua, las leyes y las libertades comunales de los romanos, con las tradiciones monárquicas y el derecho canónico de los godos, con las escuelas y la poesía de los árabes. Le veremos entrar en la lucha de los poderes sociales que en la Edad Media pugnan por dominar en la organización de los pueblos. Veremos combatir en él las simpatías de origen con las antipatías de localidad, las inmunidades democráticas con los derechos señoriales, la teocracia y la influencia religiosa con la feudalidad y la monarquía. Le veremos sacudir el yugo extranjero y hacerse esclavo de un rey propio; conquistar la unidad material, y perder las libertades civiles; ondear triunfante el estandarte combatido de la fe, y dejar al fanatismo erigirse un trono. Le veremos más adelante aprender en sus propias calamidades y dar un paso avanzado en la carrera de la perfección social; amalgamar y fundir elementos y poderes que se habían creído incompatibles, la intervención popular con la monarquía, la unidad de la fe con la tolerancia religiosa, la pureza del cristianismo con las libertades políticas y civiles; darse, en fin, una organización en que entran a participar todas las pretensiones razonables y todos los derechos justos. Veremos refundirse en un símbolo político, así los rasgos característicos de su fisonomía nativa como las adquisiciones heredadas de cada dominación, o ganadas con el progreso de cada edad. Organización ventajosa relativamente a lo pasado, pero imperfecta todavía respecto a lo futuro, y al destino que debe estar reservado a los grandes pueblos según las leyes infalibles de quien los dirige.
La Historia General de España de Modesto Lafuente, es considerada el paradigma de la
historiografía nacional del pensamiento liberal del siglo XIX.