“Siempre me han fascinado los detectives de novela. Personalidad de hierro, poco aprecio por la autoridad, empatía con el débil, talento para nadar a contracorriente y esa habilidad innata para crear metáforas tan afiladas como una maquinilla de afeitar recién estrenada.
Son brillantes, duros, tenaces, ingeniosos, cínicos, íntegros, carismáticos... Pero hay una cosa que siempre me he preguntado: ¿cómo han llegado a ser así? Quizás ya les viene de serie.
Jordi Viassolo consigue un trabajo de becario –temporal y mal pagado– en una agencia de detectives de Barcelona. La misión que le encargan es simple: mantener el despacho abierto durante el verano sin meterse en líos. Todo cambia cuando aparece un cliente desesperado asegurando que su mujer ha desaparecido. Se trata de una investigación aparentemente sencilla, perfecta para que el tímido e inexperto Viassolo comience a foguearse en la calle. Sin embargo, el caso se complica y el aprendiz de detective deberá alejarse de la burbuja en la que ha vivido como estudiante y empezar a poner en práctica lo que hasta ahora solo conocía de oídas.Eduard Palomares (1980) trabaja como periodista en El Periódico de Catalunya desde hace más de quince años. Tras una vida de lector compulsivo de novela negra y de misterio, ha escrito su primer libro, "No cerramos en agosto", publicado por Libros del Asteroide (2019), en el que combina su afición por el género negro clásico –de Chandler a Vázquez Montalbán– con una voluntad de describir la Barcelona actual.
Eduard Palomares recoge el legado del género negro barcelonés para darle una sacudida y adaptarlo a la realidad del siglo xxi: contratos basura, alquileres por las nubes, turismo masivo…El autor convierte así el crimen en una excusa para retratar con lenguaje fresco y directo una Barcelona que evoluciona a un ritmo vertiginoso, la mayor parte de las veces a pesar de sus vecinos.
¿De qué va la novela?
La novela comienza cuando un becario aprendiz de detective, Jordi Viassolo, consigue inesperadamente su primer trabajo temporal precario y mal pagado, en una agencia de Barcelona ubicada en una de las torres frente al mar.
Porque hoy, con veinticinco años recién cumplidos, comienzo mi carrera como detective en la agencia Private Eye gracias a un generoso contrato de becario de dos meses, con un sueldo de doscientos cincuenta euros, sin alta en la Seguridad Social y con escasas posibilidades de continuidad tras el verano(...)
Es verano y su única tarea durante el mismo va a ser crear un periódico digital con noticias de índole económica y empresarial para la agencia, vamos, un auténtico rollo . . . Pero él se siente motivado y se propone hacerlo lo mejor posible.
Estoy convencido de que la premura con la que me han llamado no se debe a que la señora Del Duque haya quedado impresionada por mi potencial, sino a que no ha podido encontrar a nadie más dispuesto y barato que yo.
En agosto todos se van de vacaciones y se quedan solos en la oficina él y Recasens, un tipo mayor muy peculiar que habla poco y que “apunta cosas en una libreta de tapas negras como si fueran pensamientos de importancia vital para el futuro de la humanidad”. Tienen órdenes estrictas de aplazar para septiembre cualquier expediente nuevo que pudiera entrar.
No creo que aparezca ningún cliente por sorpresa. Si así fuera, le atiendes amablemente, tomas sus datos y le aseguras que le llamaremos a principios de septiembre. Pero nunca aceptes un expediente. —¿Un caso, te refieres? —Aquí hablamos de expedientes, temas, asuntos... Nada de casos, no me seas peliculero. O novelero, en tu caso. —Claro, expedientes. ¿Y si es urgente? —No nos encargamos de temas urgentes. Todo requiere su tiempo, planificación y estrategia. Hazme caso y no te compliques. Recuerda que solo eres un becario. —Por supuesto —digo, aunque cada vez estoy más harto de ser solo el becario.
Pero obviamente eso es demasiado pedirle a un novato que está deseando participar en su primer caso, volar solo, aprender el oficio, y cuando su primer cliente atraviesa la puerta, Jordi no puede evitar hacer oídos sordos a las órdenes de su jefa y meterse hasta el fondo en el fango: un hombre buscando a su mujer desaparecida que además le ha dejado una carta que ella no parece haber escrito. A priori no parece demasiado complicado ¿verdad?
¿Se tratará de un secuestro o como piensa la policía que no le ha hecho ningún caso, de una desaparición voluntaria?
Había leído por ahí entre mis bloguer@s preferid@s, alguna reseña positiva alabando esta novela y cuando llegó a la biblioteca y la tuve entre las manos, se quedó conmigo.
Empiezo a leer con ganas y voy conociendo a Jordi. Nos cuenta que está a punto de sacarse el grado de Investigación Privada de la Universitat de Barcelona y me parece en principio, un muchacho quizás bastante introvertido para ser detective.
El problema es que no soy extremadamente inteligente, ni atrevido, ni insolente, ni rebelde, ni mucho menos duro. Tampoco tengo una personalidad arrolladora y hasta ahora siempre he intentado no meterme en líos. De hecho, soy bastante inseguro, cosa que no juega muy a mi favor a la hora de convertirme en un implacable sabueso. Pero estoy trabajando en ello, de verdad.Pero eso es solo una primera impresión, ya que pronto me doy cuenta de que nuestro protagonista tiene en realidad mucha fuerza de voluntad y es capaz de echarle mucho morro al asunto, para intentar dar el pego como si de un investigador avezado se tratase (que es al fin y al cabo lo que todos hemos hecho cuando éramos inexpertos, ¿o no?)
Y me resulta extremadamente fácil meterme en su piel, en la de Viassolo, porque es inevitable rememorar esa mezcla de ilusión, motivación, miedo (más bien terror), y ganas de no “cagarla” que todos sentimos en nuestro primer día de trabajo, aunque este sea una mierdecilla, sacrificado y mal pagado.
La lectura me resulta muy amena, me engancha. Me engancho a los personajes, sobre todo a los dos protagonistas principales, me resultan bastante creíbles. Me solidarizo con Jordi, con sus miedos e inseguridades (por cierto me parece muy destacable su evolución a lo largo de la lectura) y también con Recasens. Recasens es el típico “perro viejo” que no puede faltar en cualquier buena historia de investigadores que se precie, que se las sabe todas y pretende dirigir en sus primeros pasos al joven aprendiz de investigador.
¿Qué me ha parecido? ¿Me ha gustado?
Sí, la novela me ha gustado, la prosa de Eduard Palomares también.
Lo mejor:
-- El autor nos muestra los entresijos y nos retrata a la perfección el lado turístico y veraniego de la ciudad de Barcelona, sus cosas buenas y sus cosas malas. Aunque visité Barcelona en dos ocasiones hace ya tiempo, me ha encantado recorrer sus calles, montarme en la bici con Jordi y pedalear hasta la extenuación, porque el pobre no tiene a su disposición un coche que le lleve a ningún sitio y por supuesto no se va a gastar su mísero sueldo en transporte público.
Me baño en pocas ocasiones, y cuando lo hago, tardo apenas un minuto para no dejar mis pertenencias a solas, porque ya se sabe que Barcelona es la meca de los carteristas. La mayoría de turistas están avisados de los robos: en cualquier guía turística se recomienda vigilar con los ladrones e incluso existe una página en internet dedicada a ello. Aun así, parece que les excite la idea de vivir peligrosamente porque se van al agua dejando sus cosas sin vigilancia.--El perfil de sus dos protagonistas principales: Jordi y Recasens y un fino e inteligente toque humorístico que destila toda la narración.
--La crítica social subyacente que resulta ser un alegato a la precariedad laboral, la problemática de los jóvenes licenciados para encontrar un trabajo decente y poderse independizar, la carestía de los alquileres, el turismo masivo, el poder de las redes sociales para conseguir información privada, las diferencias entre clases sociales.
Lo peor:
Nada. En todo caso, sí podría ponerle un pequeñísimo “pero”: el lado negro de la trama me ha parecido un poco simple, demasiado light respecto a lo que yo acostumbro a leer, pero claro, tampoco se le podía poner delante a un aprendiz de investigador un caso aterrador, impactante y excesivamente complicado. Y lo cierto es que en este caso ni falta que hace para que el resultado final sea más que bueno.
Resumiendo: “No cerramos en agosto” es una novela negra de detectives al uso bastante poco negra, distinta, con un lado mordaz y sarcástico interesante que me ha resultado entretenida y divertida, con una carga de denuncia social importante y evidente.
“Acaba de soltar la definición misma de la precariedad en el siglo XXI: esfuérzate al máximo pero no esperes nada a cambio”
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