Desayunando con las noticias no puedo evitar dejarme de llevar de nuevo por el mismo pensamiento:
No creo en la humanidad, sólo en las personas.
Siendo el ser humano un animal social, es en sociedad cuando saca a relucir su peor faceta. El individuo es maravilloso, capaz de vivir y dejar vivir. Amar, respetar y querer mejorar. El individuo escucha y atiende a lo que le rodea, es capaz de encontrar el mejor lado de las cosas, siempre que no responda en nombre de la sociedad.
Lo veo una y otra vez: las limitaciones innecesarias de las personas vienen desde la convivencia.
La sociedad está enferma, desde la célula familiar hasta las corporaciones pasando por los estados y las asociaciones de vecinos.
Las personas son seres prometedores que se corrompen por contacto con sus semejantes.
Una de las claves creo que puede estar en que somos de una forma por dentro y damos una imagen diferente por fuera. Los demás ven nuestro exterior al mismo tiempo que nosotros vemos el exterior de los otros. En ese punto, creemos que lo que vemos es el interior. La apariencia se confunde con el individuo. Y desde ahí, comienza un torbellino de sinsentidos.
Establecemos dos diálogos, el interno y el externo. Con otros hablamos desde la apariencia y por dentro hablamos con nosotros desde un lugar muy diferente, habitualmente, la culpa. En sociedad, la comunicación fluye, pero de careta a careta. De apariencia a apariencia. Nos recreamos en lo que debería ser y la sociedad genera un mundo falso y podrido de cómo creemos que debería ser el mundo.
El ser humano sólo quiere no sufrir, amar y ser amado.
La sociedad tiene muchas más normas. Desde la ropa hasta los gustos, pasando por los valores. El ser humano inmerso en una sociedad crece en un caldo de cultivo falso e intenta procesar la apariencia como real, sin darse cuenta de que no son lo mismo y en esa confusión crece y luego educa. Así me encuentro con padres que quieren educar a sus hijos con normas que “tienen que cumplirse” porque son “de sentido común” y ni ellos mismos se han parado a pensar en los motivos de esas normas. Está tan presente, que ni lo vemos. Como el pez que no es consciente del agua o el habitante de una ciudad que no ve la contaminación que respira.
Yo trabajo con personas, y a cada una de ellas la miro a los ojos y le digo (sin decir) que la amo y la respeto. Cuando habla desde el interior, dejando de lado la apariencia, esa persona descubre cosas. Ya sea un adolescente, un gerente o una madre, cuando conectamos de persona a persona, descubre los “para qués” y a lo largo del proceso aprende a desarrollar el modelo de pensamiento útil por el cual se independiza de lo que debería ser y se centra en lo que es.
Ahí está el potencial humano que genera acción en todas las facetas de la persona. Y ese adolescente, ese jefe o esa madre aprenden a valorar y decidir por sí mismos. Aprenden a diferenciar unas cosas de otras, que no eres lo que haces, que las circunstancias son las reglas pero no deciden la partida, lo que dice el otro es su opinión y no un hecho, las normas son normas y no dogmas, las apariencias no son las realidades, las palabras no son las emociones, los gestos no son los significados, los motivos son de cada uno… y todo esto da poder a la persona, porque aprende a observar tantas cosas que se desbloquea.
Tenemos un modelo de pensamiento muy útil para la sociedad y poco útil para el individuo. La persona es capaz de vivir en paz. Tú eres capaz de vivir en paz contigo y de aprovechar toda esa energía que empleas en darle vueltas a lo mismo, de una forma más productiva para ti.
Ya seas un adolescente en busca del sentido o un profesional queriendo liderar un proyecto:
¡Para!
Observa lo que estás pensando y no te lleva a ninguna parte, busca un nuevo enfoque, detecta las afirmaciones que son sólo apariencia, céntrate en lo que sucede en ti.
Cuando consigas todo esto, descubrirás lo que realmente quieres y cómo conseguir lo que estabas intentando.
Si un pensamiento no te ayuda, busca otro.
Infórmate:
Carlos Melero es un profesional que se centra en cómo nos comunicamos con otros y con nosotros. Acompaña a las personas a desarrollar un modelo de pensamiento útil que les ayude a comprender lo que sucede a su alrededor y en su interior. Esto desbloquea al individuo que aprende a decidir y actuar de forma coherente consigo mismo. [contact-form]