En noviembre de 2013, Ricardo Bruno me hizo una larga entrevista. Nunca fue publicada. Mis respuestas, creo, conservan la misma validez y frescura que hace una década. ¿Por qué no publicarlas entonces por mi cuenta? Procedo entonces a dar a conocer estas respuestas en nueve episodios, porque no puedo pretender que nadie se trague las casi 7000 palabras que tiene este cuestionario. Este es el tercero.
RB – Me rebotaste la idea de que el tango (o la guaracha) lo elige a uno. Yo creo que uno no elige ser hetero u homosexual, ni elige ser talentoso o jugador de fútbol. Hay cosas casi innatas. Tendencias que después uno acepta o contraría.
JMS – Tu contra-argumentación es fuerte. Digámoslo así: ¿Podría elegirte el tango si naciste en Oceanía? ¿Podría elegirte el piano en un país donde no hay pianos? En teoría, sí, pero en la práctica tiene que haber un medio que sustente esta elección. Imaginate que Mozart hubiera nacido no en Austria sino en otro país sin orquestas ni tradición musical ni estructuras preparadas para apuntalarlo, o que hubiera nacido en la época de las cavernas. Posiblemente su talento se hubiera tenido que canalizar hacia otro lado. A lo mejor hubiera sido él quien inventó la rueda. Pero entonces ¿diríamos que «la mecánica lo eligió»? Como alegoría poética no está mal, pero no explica gran cosa.
Las tendencias innatas: esto es innegable aunque también indemostrable: ¿se trata de tendencias genéticas o culturales, aprendidas ya en el útero materno? Sobre esto no se han terminado de decidir los biólogos ni los educadores. Hago notar, sin embargo, que responder «hay tendencias innatas genéticas» puede llevarnos a terrenos éticamente muy peligrosos, a arenas movedizas que involucran la posibilidad de meter la mano en el código biogenético para manipular estas tendencias innatas – supuestamente para mejorarlas.
[ Juan María Solare, Bremen, noviembre de 2013 ]
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