Carola Chávez
Aló, mami, estoy fúrica. No vengas para acá. No, no, no, mami, cállate que tú no sabes nada. Tú no te imaginas todo lo que yo he tenido que padecer para acabar con el chavismo y convertirme en la primera presidenta de este ingrato paisito. No mami, no…
¿Te acuerdas aquellos brevísimos minutos de felicidad cuando firmamos el Carmonazo? Eso ha sido lo más cerca que hemos llegado, imagínate, y pasó hace añales, mami. Desde entonces, todo ha sido decepción y fracaso. Dediqué los mejores años de mi vida a recuperar el poder que el chavismo nos quitó. En vez de darme la buena vida que me puedo dar, me puse a restar con Súmate. ¿Te acuerdas, mami? ¡Claro, si ya nadie se acuerda! Y eso que por un ratico casi nos convertirnos en un CNE paralelo, y el Departamento de Estado apoya que apoya, mami. Todo eso por mí, porque yo soy la que da la cara, y bueno, las rodillas.
¿Te acuerdas de mis rodillas en la Oficina Oval? Esas fotos recorrieron al mundo. Georgie, excuse me, el presidente Bush y yo defendiendo la democracia. ¿Acaso algún otro dirigente venezolano ha llegado tan lejos? Pues, ya nadie se acuerda de eso, mami, no… no vengas para acá.
Yo, una Machado, intentando subir un cerro que no sea el Ávila, para forjar un liderazgo, para que esa gentica comprendiera que un país gobernado por gente como ellos siempre será un rancho. Pero esa gente tiene el rancho en la cabeza, mami, una cosa hurribli. Mira que yo llegaba allá y no faltaba alguna parejera que viniera a besarme, y esa gente huela a arepa, a fritanga y en el mejor de los casos, a perfume barato. Dígame la vez en Amazonas que una india salió de no sé dónde y, en plena entrevista que daba en la calle, la tipa me estampó un beso sudado, mami. No pude más y se me vio la cara de grima, y se vio clarito cómo me limpié, y los chavistas hicieron fiesta con eso y me dijeron sifrina. ¡Y claro que soy sifrina! ¿Qué quieren, que sea una tierruda?
Y cual tierruda recorrí el país en pre campaña presidencial. Hice de todo: Comí un sancocho asqueroso a la orilla de un río en Barinas, todavía tengo pesadillas con eso, mami. Mi equipo consiguió a dos hombres, con una barrigas enormes, prensadas, sudadas, porque toda esa gente suda, mami… dos tipos con cara de pueblo para la foto de la candidata del capitalismo popular comiendo sancocho, popularmente. Fui a cuanta fiesta de pueblo había, hasta una cosa que se llamaba el Baile del Mono, y bailé mami, y me vino una angustia, porque en medio de la bailadera me encontré sonriendo de verdad… ¡Se me estaba pegando lo niche, mami!
He manejado carritos de chicha, de perros calientes, he ido de parrillera en motos baratas, nada que ver con la Harley de Totó Aristeguieta, mami, y yo con mi sonrisa como si no estuviera sufriendo. ¡Dígame cuando bajé a las catacumbas del pueblo y me metí en el Metro! No, mami, tú no te imaginas lo que es eso: Aquellos vagones llenos de gente que no tiene carro, saca tu cuenta, mami… Un servicio tan deficiente que algunos tienen que ir de pie, agarrados de unos tubos, que te cuento, mami, están como empegostados de grasa de todas esas manos, de quién sabe quién, que los toca. Me iba muriendo, mami. Entonces, antes de pasarnos de la estación de Plaza Venezuela, no fuera a ser cosa de que termináramos en algún lugar tenebroso de Caracas, les prometí a los pasajeros que, en el capitalismo popular, todos podrían tener su propio vagón de metro para poder viajar sentados y no tener que tocar esos tubos pegostosos. Nos bajamos en la estación, mami, y fue peor, porque tenía varias salidas y no sabíamos para dónde ir. Desde entonces, mami, tengo esta arruga en el entrecejo que denota la angustia de una lideresa que sufre por su país.
Quedé de última en las primarias presidenciales. Mi sacrificio no valió de nada, ni siquiera el atentado que simulamos en el 23 de enero ¿te acuerdas, mami? Menos mal que te avisé que era mentira, mami, porque imagínate el susto… Igual seguí adelante, mami; busqué aliados y con Leo y sus loquitos inventamos La Salida. De La Salida solo me salió competencia: La Heidi, la de las trencitas, más joven, más fotogénica que yo… no, mami… Y el mamarracho Guevara que se robó mi curul, dejando a mi candidata con los crespos hechos. Y ahora, también se atraviesa la que se hace llamar Primera Dama, esa recién vestida que cree que la alcurnia se obtiene poniendo una imitación de armadura medieval en la biblioteca de su casa y vistiéndose como una actriz de reparto de Fiebre de Sábado por la Noche. No mami, no…
Pero no me rindo, mami, yo sigo en mi eterna gira nacional, hasta tuve que comer chicharrón con pelo, porque tenía pelos el que me dieron y luego me enteré, por Diosdado Cabello, que también hay chicharrón lampiño. O sea, mami, que esa gente en ese pueblo chicharronero me dio uno peludo a propósito. Igual me trago los pelos -no importa, ya me vengaré de esos resentidos- y me subo en el techo de un carro, o en algún murito y doy discursos incendiarios a los 20 vecinos que se acercan a sacarse selfies conmigo. Sigo luchando, con blue jean y franelita insípida, por el fin del madurismo, para ya, para ayer, si fuese posible. Como ya casi no me invitan a los medios, me atrinchero en Twitter y desde ahí invoco la guerra.
Y yo sé, mami, que el que se cansa pierde, pero uno se cansa de tanta idiotez. Que si la Toma de Caracas donde, si me hubieran dejado tomar la batuta, la historia habría sido otra. Que si el cacerolazo, que si el Chuo Torrealba, mami… ¿Qué se puede esperar de alguien con ese aspecto y que, de paso, se llame Chuo? Con razón, ahora insiste en que le digan Jesús. ¿Y qué me dices el paro de 10 minutos? ¡No, mami, no!
En esa cosa que llaman MUD ya nadie habla de revocatorio, mami. Parecen conformarse con el chorro de dólares que manda la NED. Hay runrunes de diálogo, mami, y yo eso no lo puedo soportar. Así que, con firmeza, tuiteé: ¡Conmigo no cuenten! Para desenmascararlos, para desbaratarlos, para ponerlos en su lugar.
Pero esa gente no sabe cuál es su lugar, mami. ¿Y Adivina quién me salió respondón? El tal Requessens, mami; ese gordo parejero que llegó a diputado por las guarimbas que yo impulsé. Ese, que segurito come chicharrón con pelo todos los días, mami. Ese recién llegado que cree que me puede hablar de tú a tú… Ese, mami, me respondió con que ellos ganaron la AN sin mi. ¿Lo puedes creer, mami?
Eso pasa, mami, cuando una Machado termina metida en una merienda de negros arribistas como esa que es la MUD. ¡No, no, y no! ¡No cuenten conmigo! Y, mami, no vengas para acá.
carolachavez.wordpress.com
Periodista y escritora. Autora del libro “Qué pena con ese señor” y co-editora del suplemento comico-politico “El Especulador Precóz”.