Una de mis alumnas le decía a otra esta semana:
- Quien algo quiere, algo le cuesta.
Y la otra, mirándola de arriba abajo, se arquea sobre sí misma, se toca el pelo con una mano de uñas pintadas en negro, se ríe y dice:
- ¡Eso es mentira, tía! Mi madre me da todo lo que le pido.