Además de seguir trabajando en mi nueva web, que estará disponible desde este mismo fin de semana, he impartido clases en Alicante, Zaragoza, Barcelona y Bilbao. Con la coincidencia de la Semana Santa y la festividad del Día del Padre hemos tenido motivo de conversación para las sobremesas.
En una de ellas, alguien dijo: "No le debo nada a mi padre".
Sonó fuerte. Muy fuerte. En un primer momento el tipo aquel me pareció un descastado. Pero si lo pensamos bien es absolutamente cierto. Nuestro padre nos quiere mucho y nos quiere de verdad. Con un amor como pocos hay en el mundo: gratuito, del que no pasa facturas, del que no espera nada ni mañana ni nunca. Un amor a interés cero y en el que además tampoco hay que devolver el principal.
Resulta difícil encontrar gente que nos quiera así, a fondo perdido y con esa intensidad.
La única deuda que tenemos con nuestro padre es una "deuda de gratitud", y que por tanto es gratuita y que jamás podrá saldarse.
¡Felicidades papá!