Giovanni Giaccio
“Italia, en el punto de mira del ISIS”. Esta es la amenaza que está asustando el país de Dante, donde desde hace algunos días se agitan políticos y ciudadanos. De hecho, desde que los terroristas amenazaron a nuestro país, todos han empezado a preocuparse sobre el grado de peligro en el que se encuentra Italia, sobre todo después de que se haya extendido la idea de que los milicianos puedan llegar a Italia en barcos clandestinos.
El periódico inglés Daily Telegraph declaró en sus páginas que yihadistas del ISIS ya podrían haberse embarcado para cumplir sus objetivos. Las consecuencias han sido previsibles: alarma, xenofobia, debates en los programas televisivos, etc.
Sin embargo, a los ojos de los italianos todo ha permanecido exactamente igual. Claro que es impensable que un problema tan grande se resuelva en un par de minutos, pero lo que sí es sencillo es hacer que la gente tenga miedo de lo que el ISIS pueda hacer. En los últimos meses, cada semana, nuestros periódicos y televisiones no han hecho nada más que contarnos la última mala noticia sobre el ISIS. En efecto, se ha ido construyendo una cadena en la cual los periodistas trabajan para encontrar el último acto de “sangre” que el ISIS haya cometido.
Por otra parte, del ISIS podríamos decir que es como un peleón que busca atención mediática y que, para obtenerla, comete crímenes. Quien escribe tiene que admitir que este es un “juego” que tiene su lógica. Provocar miedo es más simple si uno tiene algo que le ayude a difundir su mensaje, es decir: “Si no hacéis lo que digo, esto es lo que va a pasar”.
Precisamente por eso, parece sencillo hacer una propuesta a los directores de periódicos y telediarios: ¿por qué no dejan de ofrecer tanto espacio a estos criminales? Sé que hacer información significa incluso escribir noticias sobre hechos criminales como los del ISIS, pero creo que hacer de estos asuntos un espectáculo es como convertirse en el gabinete de prensa de este grupo de terroristas. Hagamos información, pero no ayudemos a difundir el miedo. ¡No lo necesitamos!
IMAGEN: The Guardian