Nos refugiamos en nuestra propia voluntad, en esas apetencias del momento, en esos sueños por cumplir, en ese futuro que hemos trazado con tanto esmero y dedicado todos nuestros esfuerzos. Y llegamos a la conclusión de que todo aquéllo se queda en nada, de que nos deja en nuestro interior algo todavía sin llenar. Es verdad, nos olvidamos tantas veces de preguntarle... A veces hacemos y hacemos pero sin un punto de mira, sin un por qué y un para qué; sin valorar si es bueno para nosotros y para quien se ve afectado por nuestra decisión.
No miramos más que a un metro a la redonda, es decir, a nuestra burbuja. Nos creemos invencibles, independientes, sabedores de todos los caminos y de cómo vencer toda circunstancia. Nos movemos con plena libertad y con derecho a todo o, al menos, nos creemos eso. Pensamos que simplemente hay que vivir, ir hacia adelante con todas las de la ley sin pararnos a reflexionar, a valorar las cosas, sopesarlas. Caminamos en dirección incorrecta aun pensando que es la correcta. Nos revelamos cuando nos ponen un prohibido en medio del camino, cuando nos redirigen hacia la izquierda o derecha, cuando el camino no es trazable y debemos esperar. Ahí bajamos los brazos o peor aún, nos saltamos a la torera cualquier indicación y hacemos todo lo posible por seguir el camino trazado desde el inicio.
¿Cuándo hemos dicho no? Formulo diferente esta pregunta, ¿alguna vez nos hemos negado algo? Muchos responderéis, ¿¡y por qué tendría que hacerlo!? Y es una muy buena pregunta. Hazlo tú, ya que lo dices. A mí déjame hacer mi vida como yo vea. Observo en las vidas de otros, de ahora y de otras décadas; leo en libros, miro mi vida, miro adentro y afuera. Y todos estamos hechos de la misma pasta sea la época que sea, los problemas sociales y morales que surjan, y las formas de vida que se observen. Siempre hay un interés y éste puede ser un interés con raíz buena o mala. Una raíz buena es la que hace crecer, una raíz mala es la que quema por dentro. ¿Cómo saber si es un interés que hace crecer o por el contrario, es uno que nos quema por dentro? Cuando podemos decidir libremente y amar libremente sin ningún tipo de ataduras a las cosas banas que nos queman por dentro. Cuando podemos mirar a ese mal a los ojos y decirle no, sin luego caer en el sí. Cuando permanecemos firmes ante lo que nos hace crecer, lo que suma, lo que es propio de nuestra naturaleza humana.
A veces es muy sencillo percatarse de lo que a uno le quema por dentro, pero a veces necesitamos de otras personas, de un libro, de una película o incluso de un hecho ajeno para despertar y saber que con esa decisión no crecemos sino que nos anulamos. ¿Y cómo verlo claro? Otras veces aun verlo claro seguimos con un empeño interior de seguir el camino trazado, no entendemos esta inclinación, nos enfadamos con nosotros mismos o echamos la culpa a otros. ¿Por qué no asumiremos que algo hemos hecho mal, que hay algo en nosotros que debemos limar? Y es entonces cuando aparece el orgullo, el miedo, la inquietud, la debilidad y la pereza correteando por nuestra mente. Y junto a éstos vemos que la humildad, la confianza, la fortaleza y la voluntad brillan por su ausencia. De haber dicho no a tiempo hubiéramos dicho sí a lo segundo y estaríamos disfrutando una vida en paz interior.
Y un día escuchamos o leemos esta frase "haced lo que Él os diga"; recordando que esa frase siempre nos la han dicho y la hemos oído tantas y tantas veces. Parece tan poca cosa pero ahora vemos tanto de golpe. ¡Es la voluntad de Dios! Cómo escuece al darnos cuenta de que la solución la teníamos delante de nuestra mirada, tan al alcance de nuestras manos, tan cercana a nuestra vida. Cuántas veces hemos caminado haciendo oídos sordos a aquellas palabras, cuántas otras la escuchamos a medias y cuántas aun escuchándolas caímos una y otra vez en nuestro egoísmo. Una doble vida se esconde detrás de quien dice una cosa y vive otra; de quien piensa una cosa y hace otra, de quien se dice cristiano y no vive como tal. ¡Diciendo no a nosotros mismos estamos diciendo sí a la Vida que se mete en la nuestra! Tan fácil pero cuánto sacrificio cuando no nos hemos entrenado. ¿Vemos ahora la necesidad y la importancia de saber decir que no?
Uno, dos y tres volver a empezar... ¡Ánimo, caminante!