“El abandono es como vivir en un patio de recreo en el que no hay niños con los que jugar” ese y algunos escritos mal hechos son lo que encuentro en mi cajón de la niñez.
Observo fotografías antiguas y veo mi pelo con las coletas mal hechas y despeinadas que a mis seis años con las manitas aún torpes trataba de hacer, y veo tu cara sonriente de una madre que jamás pudo estar a mi lado.
No estuve sola, tan sólo estuve rodeada de gente que no me vio, hasta que llegó él, con pantaloncitos cortos y esa nariz de payaso que tan solo al verle me hacía sonreír.
-¿Cómo te llamas? – Mi mamá dice que Cactus.
Acércate le gritaba mi silencio, el solo me veía y me decía, ‘mira qué feliz, qué cara más triste’ y yo no podía parar de reír, ‘acércate anda’ no eres al primer cactus al que abrazo, y al abrazarlo lo único que sentía era que ese niño era mi hogar, que bien me sentía al hacerlo y así pasaron muchos días, semanas, meses, sin saberlo se había convertido en el rincón más bonito entre toda la mierda a la que a mis pocos años le llamaba hogar.
¿Cómo voy a olvidar a quien al tener un nombre tan espinado me hizo sentir flor? La vida me ha cambiado, ahora me alimento a base de letras y de toda la mierda que siento, de vodka barato y de las palabras de un cactus que alguna vez dijo quererme.
Visita el perfil de @silencioenletra