No eres nadie. Asúmelo. No eres nada.
Sólo eres lo último que veo al acostarme y lo primero que veo al levantarme. Sólo eres la única persona capaz de quitarme cualquier mal. Sólo eres la sonrisa que me enamora cada día. La voz al otro lado del teléfono.
Sólo eres la persona que elegí querer y todas las consecuencias que ello conllevaba. Sólo eres las miradas cómplices. Esos ojos que no me canso de observar.
Sólo eres tu boca. Tus labios. Tan apetecibles que cualquiera se resiste a devorarlos. Solo eres las manías que me sacan de quicio. Sólo eres las risas más dulces y las lágrimas más amargas.
Sólo eres los detalles. Esas cosas aparentemente tan pequeñas. Sólo eres las dudas. Las decisiones. La razón.
Sólo eres la persona que supo enseñarme que, a pesar de lo que opine el resto del mundo, nunca hay distancia lo suficientemente grande. Que equivocarse es humano y que las oportunidades hay que saber aprovecharlas.
Sólo eres la persona que elijo cada día. La que elegiría mil veces más. El tesoro más grande que jamás he encontrado. Esa lotería que todo el mundo desea. Ese qué se yo...
Ya ves. No eres nadie. Y sin embargo, nadie podrá ser lo que tú eres hoy.