Vuelvo a repetir lo que llevo diciendo desde hace tiempo: no se trata de austeridad, sino en gran medida de eliminación de gastos injustificados y derroches. Derroches de los políticos, de los funcionarios e incluso de los propios ciudadanos.
Hoy mismo leo que el estado español paga más de 200 millones de euros en alquileres, cuando tiene en propiedad más de 50.000 inmuebles. Que hasta ahora organizaba reuniones en hoteles, cuando le sobran espacios donde organizarlas. ¡Cómo queremos que Europa nos ayude cuando tenemos tanto que hacer para ser dignos de esa ayuda! ¿No es lógico que no se fíen de nosotros y que teman que la ayuda la utilicemos para seguir derrochando?
El gobierno habla de cambios estructurales, y estoy de acuerdo. Ahora o nunca. Aunque está claro que “la letra con sangre entra”.
Mientras no demos muestras claras (más) de que aquí definitivamente se acabó el derroche, no se clamarán los mercados, y no nos abrirán del todo la puerta de la Unión Europea.
Cuanto más tardemos, más posibilidades hay de que nos acaben echando.